domingo, 12 de febrero de 2012

Homenajes: Luis Alberto Spinetta


Todas las hojas son del viento


Cuida bien al niño
Cuida bien su mente
Dale el sol de Enero
Dale un vientre blanco
Dale tibia leche de tu cuerpo

Todas las hojas son del viento
ya que él las mueve hasta en la muerte
Todas las hojas son del viento
menos la luz del sol

Hoy que un hijo hiciste
Cambia ya tu mente
Cuídalo de drogas
nunca lo reprimas
Dale el áurea misma de tu sexo

Luis Alberto Spinetta
(1950 - 2012)


Mentor de grupos esenciales desde los que fue regalando su impronta como Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade y Los Socios del Desierto y de un camino en solitario también signado por la belleza, falleció hoy en Buenos Aires a causa de un cáncer de pulmón que se le diagnosticó en julio de 2011.

Al filo de la Nochebuena de ese año y ante la carroña mediática acerca de su estado, utilizó la cuenta de Twitter de su hijo Dante para expresar: “desde el mes de julio sé que tengo cáncer de pulmón. Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país. Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud. Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva”.

Trazando un camino personalísimo y prolífico, el creador dio forma a una obra volcada en más de 40 álbumes donde sus canciones constituyeron un alegato estético que signó al rock argentino y lo sostuvo como un espacio fértil para la creación.

Lejos de las modas y de los vaivenes de un género que pasó de marginado y prohibido a gozar de las mieles de la difusión masiva, Spinetta sostuvo un discurso que fue, al mismo tiempo, un ejemplo de libertad y de coherencia capaz de enseñar a una legión de escuchas la necesidad de no encasillarse.

La vida musical de Spinetta comenzó a sus 17 años cuando junto a su compañero del secundario Emilio del Güercio (bajo) y también con otros dos alumnos del Instituto San Román, Edelmiro Molinari (guitarra) y Rodolfo García (batería), dio forma a Almendra.

Un simple de 1968 conteniendo “Tema de Pototo” y “El mundo entre las manos”, fue el aperitivo para el lanzamiento, en 1969, de un álbum debut que contuvo canciones como “Ana no duerme”, “Plegaria para un niño dormido” y “Muchacha (ojos de papel)” y logró ubicar a Almendra -junto a Manal y Los Gatos- como emblema del naciente rock local.

La corta vida del cuarteto, que se separó en 1970 con la edición de un segundo disco, no menguó el buen nombre de su obra ni mucho menos le cortó las alas a un Spinetta que un año más tarde publicó en solitario “La búsqueda de la estrella” y “Spinettalandia y sus amigos” y enseguida impulsó el nacimiento de Pescado Rabioso.

El conjunto en el que el bajo recayó primero en Bocón Frascino y luego en David Lebón, con batería a cargo de Black Amaya y el agregado del teclado de Carlos Cutaia, mostró la lírica puesta al servicio de un sonido más duro plasmado en álbumes como “Desatormentándonos” y “Pescado Rabioso 2” que contuvieron gemas de la talla de “Blues de Cris” y “Credulidad”.

Por si esos pasos grupales con un repertorio casi íntegramente con su firma no bastaran, en 1973 y bajo la confusa denominación de Pescado porque se trató de una placa en solitario, publicó el magnífico “Artaud”, inspirado y en homenaje a uno de los poetas en los que abrevó y de la que trascendieron “Todas las hojas son del viento”, “Bajan”, “Superchería” y “Cantata de puentes amarillos”.

A mediados de ese mismo año convocó a Carlos Alberto Machi Rufino en bajo y Héctor “Pomo” Lorenzo en batería para dar forma a Invisible, una propuesta en la que retoma el melodismo de Almendra pero complejizado y puesto en comunicación con otros géneros.

Tres álbumes, temas como “Azafata del tren fantasma”, “El anillo del Capitán Beto”, “Durazno sangrando”, “Los libros de la buena memoria” y “Las golondrinas de Plaza de Mayo” y la primera invitación a un tanguero como el bandoneonista Rodolfo Mederos que tomó parte en el último concierto de Invisible, formaron parte de otro legado atemporal.

En 1977 armó la Banda Spinetta, un eufemismo para otro paso individual plasmado en “A 18 minutos del sol”, en 1979 se produjo el primer regreso de Almendra, luego viajó a los Estados Unidos donde registró la placa en inglés “Only love can sustain” y, luego, otra vuelta de Almendra.

Ya en los 80 convocó a los también fallecidos Beto Satragni (bajo) y Diego Rapoport (teclados), y a “Pomo” Lorenzo (batería) y Juan del Barrio (teclados) para exhibir su propia síntesis acerca del jazz-rock desde las placas “Alma de diamante”, “Los niños que escriben en el cielo”, “Bajo Belgrano” y “Madre en años luz”.

“Contra todos los males de este mundo”, “No te busques ya en el umbral”, “Maribel se durmió”, “Mapa de tu amor” y “Resumen porteño” fueron apenas algunos de los nuevos aportes de Luis a un cancionero de ensueño.

En paralelo publico dos vinilos: “Kamikaze” (en 1982 y con temas como “Y tu amor es una vieja medalla”, “Ella también” y “Barro tal vez”) y “Mondo di cromo” (en 1983, integrado por “Yo quiero ver un tren”, “Será que la canción llegó hasta el sol” y “No te alejes tanto de mí”).

A mediados de esa década quiso ponerse en contacto con otros grandes. Mientras la reunión con Charly García solamente generó el tema “Rezo por vos” que incluyó en el sorprendente álbum electrónico “Privé”, sí concretó el encuentro con Fito Páez que se apreció en “La la la” donde el único tema compuesto a cuatro manos fue “Hay otra canción”.

Otra cúspide de su labor solista se apreció en 1988 con el disco conceptual “Téster de violencia”, atravesado por gemas como “La bengala perdida”, “Siempre en la pared”, “Al ver verás”, “El marca piel”, “El mono tremendo” y “Organismo en el aire”.

Sin descanso, en el 89 sacó “Don Lucero” (donde registró “Fina ropa blanca”) y un año después encaró su primer disco en vivo, registrado en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA que tituló “Exactas” y en diciembre

En 1991 con “Pelusón of milk” y el bello “Seguir viviendo sin tu amor” como bastión de un repertorio tranquilo, el “Flaco” clausuró una etapa cancionera que incluyó la banda sonora del filme “Fuego Gris”, de Pablo César, para ingresar en otra etapa furiosa junto a Los Socios del Desierto, un trío que completaron Daniel “Tuerto” Wirzt (batería) y Marcelo Torres (bajo).

Al siglo XXI lo recibió con “Silver sorgo”, el naturalista “Para los árboles” (2003), el ep “Camalotus” y otros dos álbumes como “Pan” y “Un mañana” que, aún ayunos de grandes éxitos, ratificaron el rumbo inspirado de un hacedor que no perdió ni el rumbo ni la inquietud.

A modo de síntesis de ese camino, el 4 diciembre de 2009 colmó el estadio de Vélez, un ámbito multitudinario que transformó en reducto íntimo para disfrutar de un recorrido por sus Bandas Eternas en un maratón artístico con más de 50 canciones “La frescura y el lirismo de Almendra, el grito oscuro y enloquecedor de Pescado Rabioso, la contundencia y experimentación de Invisible, el perfil sonoro particular y casi galáctico, como desprendido de materia, de Jade y las experiencias posteriores”, lo resumió la crónica de Télam.

Un año después, para la edición del libro-cd y dvd que documentó aquella velada, Spinetta escribió que haber encarado ese trabajo “involucra una infinita responsabilidad. Responsabilidad.
Palabra soberana, palabra en la potencia de bancar la reunión de varios de los músicos más talentosos y diversos en una sola alma y en una simple premisa: Sonar Bien”.

El “Flaco” no dejó nunca jamás de “Sonar Bien” y esa marca es un faro que no cesará de alumbrar los caminos por donde debe transitar una música de hermosura universal forjada en este lugar del mundo.

Fuente: Agencia Télam

Homenaje de INCAA TV - Spinetta, el video:

Carta de María Garzón Molina, hija del Juez Baltasar Garzón


A los que hoy brindarán con champán.

Esta carta está dirigida a todos aquellos que hoy brindarán con champán por la inhabilitación de Baltasar Garzón.

A ustedes, que durante años han vertido insultos y mentiras; a ustedes, que por fin hoy han alcanzado su meta, conseguido su trofeo.


A todos ustedes les diré que jamás nos harán bajar la cabeza, que nunca derramaremos una sola lágrima por su culpa. No les daremos ese gusto.

Nos han tocado, pero no hundido; y lejos de hacernos perder la fe en esta sociedad nos han dado más fuerza para seguir luchando por un mundo en el que la Justicia sea auténtica, sin sectarismos, sin estar guiada por envidias; por acuerdos de pasillo.

Una Justicia que respeta a las víctimas, que aplica la ley sin miedo a las represalias. Una Justicia de verdad, en la que me han enseñado a creer desde que nací y que deseo que mi hija, que hoy corretea ajena a todo, conozca y aprenda a querer, a pesar de que ahora haya sido mermada. Un paso atrás que ustedes achacan a Baltasar pero que no es más que el reflejo de su propia condición.

Pero sobre todo, les deseo que este golpe, que ustedes han voceado desde hace años, no se vuelva en contra de nuestra sociedad, por las graves consecuencias que la jurisprudencia sembrada pueda tener.

Ustedes hoy brindarán con champán, pero nosotros lo haremos juntos, cada noche, porque sabemos que mi padre es inocente y que nuestra conciencia SI está tranquila.



Madríd, 9 de febrero de 2012
María Garzón Molina.



Malvinas: sin secretos


El informe Rattenbach

Por Daniel Cecchini

La decisión de desclasificar el Informe Rattenbach sobre la guerra de las Malvinas, anunciada por Cristina Fernández de Kirchner, es una contribución invalorable para clarificar el debate y los discursos montados alrededor de uno de los episodios más trágicos de la historia argentina reciente. Ocurre en un momento en que el firme reclamo por la recuperación de las islas –reiterado una vez más por el Gobierno Nacional– debe estar despojado más que nunca de connotaciones de patrioterismo barato y de estúpidas o interesadas reivindicaciones de una aventura belicista cuyo objetivo último no fue recuperar el archipiélago sino montar una guerra para perpetuar una dictadura cívico-militar que se venía cayendo a pedazos.
Ninguno de los sucesivos gobiernos de la democracia recuperada en 1983 tuvo interés o se atrevió a revelar este documento secreto, en algunos casos por temor a empañar la validez del reclamo de soberanía sobre las Malvinas con las aberraciones políticas y militares que desnuda el Informe, y en otros por no cuestionar a una corporación militar que se mostraba todavía irritable y amenazante.
A pesar de ello, el acceso al contenido del llamado Informe Rattenbach no estuvo totalmente vedado a los argentinos. En noviembre de 1983, la revista Siete Días –de editorial Abril– dio a conocer algunos de sus aspectos más salientes en dos ediciones sucesivas. En 1988, el Informe fue filtrado a un grupo de ex combatientes, quienes lo publicaron en un volumen que tuvo escasa difusión.

Las responsabilidades de la guerra. El 2 de diciembre de 1982, la última junta de la dictadura, mediante un decreto secreto, creó una comisión integrada exclusivamente por militares para que analizara y evaluara “las responsabilidades de quienes integraron la Junta Militar y el Poder Ejecutivo Nacional, en cuanto hace a la conducción política y estratégico militar del conflicto bélico del Atlántico Sur”. Los designados fueron el teniente general (R) Benjamín Rattenbach, el general de división (R) Tomás Sánchez de Bustamante, el almirante (R) Alberto Pedro Vago, el vicealmirante (R) Jorge Alberto Boffi, el brigadier general (R)) Carlos Alberto Rey y el brigadier mayor (R) Francisco Cabrera.
La comisión presentó su informe final en septiembre de 1983. Estaba dividido en cinco partes: Introducción, Antecedentes del conflicto, Evaluación y análisis crítico, Determinación de las responsabilidades y Experiencias y enseñanzas.
Sus conclusiones eran lapidarias. “En resumen, la falta de una apreciación correcta e integral del conflicto en todas sus alternativas y dinámica, originó la carencia de una estrategia general que integrara la conducción parcial en los distintos niveles: Político, Militar, Económico y Psicológico/social. Todo ello se vio acentuado por la inexistencia de un organismo con adecuada organización y capacidad para la conducción de la guerra y con unidad de criterios y de esfuerzos. La prescindencia del empleo de los organismos específicos disponibles se sumó a lo expuesto y provocó, en definitiva, que todo el país, en modo alguno interviniera en el conflicto como ‘una nación en armas’”, se señalaba en el Capítulo 8, titulado “Las causas de la derrota”. Decía, también: “La carencia de un adecuado adiestramiento para la acción conjunta se tradujo en la falta de la necesaria unidad de comando y de la imprescindible coherencia de las operaciones interfuerzas, actuándose, prácticamente, en compartimientos estancos, sin la debida integración y convergencia de esfuerzos. Todo ello agravó las vulnerabilidades orgánicas, la relación del poder de combate desfavorable, la instrucción y equipamientos deficientes de las unidades desplegadas en las islas, y los errores, omisiones y fallas de la conducción del combate en los distintos niveles”.
El Informe concluía: “La oportunidad LIBREMENTE FIJADA POR LA JUNTA MILITAR PARA LA RECUPERACIÓN DE LOS ARCHIPIÉLAGOS DEL ATLÁNTICO SUR (las mayúsculas son del Informe) benefició fundamentalmente al enemigo”.
Causas concurrentes para la derrota. Al analizar las fallas cometidas en la decisión de invadir el archipiélago y luego en la conducción de la guerra, el Informe destacaba: “En primer lugar, es necesario señalar que el estado general del país, en el momento de tomarse la decisión de ocupar las Islas Malvinas, no era el más adecuado para enfrentar un hecho político internacional de tal naturaleza”. A continuación describía como causas concurrentes de orden interno: “a) la crisis socio-económica reinante con un país postrado por problemas acuciantes de este orden; b) la situación política interna, que, como consecuencia de lo expresado en el inciso anterior, se hallaba altamente sensibilizada, con movimientos políticos y sindicales internos que alteraban la paz social y ejercían una considerable oposición al gobierno. Todo ello, a la hora de la victoria, hubiese sido superable, pero se debió tener en cuenta que, a la hora de la derrota, significarían una grave convulsión de todo orden y el fin del Proceso de Reorganización Nacional”.
En cuanto a la situación de la Argentina en el contexto internacional, los autores del Informe consideraron que “si la situación externa hubiera sido favorable para el objetivo nacional de reconquistar los archipiélagos australes, la oportunidad para realizarla habría sido acertada. Pero no fue así, ya que: a) las autoridades nacionales eran duramente atacadas, particularmente por el problema de los derechos humanos, lo cual debilitaba sensiblemente el frente externo; b) la República Argentina se hallaba sancionada por los EE.UU., con embargos a sus importaciones de armamentos, lo cual limitaba su libertad de acción pata equiparse y modernizar adecuadamente sus pertrechos militares; c) las relaciones con el Tercer Mundo / No Alineados no pasaba por un buen momento, habida cuenta de ciertos problemas recientes que habían generado oposición en estos foros; d) la vigencia del conflicto Austral, con su indudable importancia”.
En el plano estrictamente militar, Rattenbach y el resto de los integrantes de la comisión evaluaron los problemas que se enfrentaban al decidir la fecha de la invasión. Su enumeración desnuda la incapacidad de las Fuerzas Armadas argentinas al embarcarse en el conflicto: “a) el equipamiento de las FF.AA. no se había completado aún. Como ejemplo, merece destacarse el material Super Etendard-Exocet que quedó en los muelles de Marsella, al ser alcanzado por un embargo a las exportaciones de armas por parte de Francia, poco antes de su embarque con destino al país; b) no se dio tiempo a las FF.AA. para preparar y adiestrar sus medios en forma adecuada. El Ejército no había concluido la baja de la clase 1962 y acababa de incorporar a la clase 1963; c) se eligió el peor momento del año en cuanto a sus condiciones climáticas, ya que las tropas propias no estaban debidamente equipadas ni adiestradas para soportar un asedio prolongado en las islas. Era también la peor estación para permitir operar adecuadamente a la Fuerza Aérea (pocas horas de luz diurna, techos bajos, nieblas, lluvias, etc.)”.
En poco tiempo más, el Informe completo estará a disposición de todos los argentinos interesados en conocer a fondo en qué consistió la delirante aventura bélica de recuperar por la fuerza las Malvinas. Será una contribución para que el justo reclamo por la soberanía de las islas no sea ensuciado por discursos patrioteros que insisten en exaltar una épica bélica que jamás existió.

Susana Rinaldi: Carta abierta al ingeniero Mauricio Macri


Casa de Filiberto en Magallanes 1140 (barrio de La Boca). El frente es un fresco de Benito Quinquela Martín, titulado Música popular.


Por Susana Rinaldi

Disculpe, señor jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero no creo que los malos, frívolos, ignorantes y/o tontos lo sean total y eternamente. Dirá usted que la mía es una visión esperanzadora y hasta inocente y tal vez, sólo tal vez, tenga algo de razón. A veces siento cansancio y me invade un profundo hartazgo, pero sigo creyendo y militando por la vida y los valores en los que creo.

Enterarme del veto (uno más en la Viña del Señor Citadino) a la Ley de Expropiación de la que fuera la casa de Juan de Dios Filiberto en la calle Magallanes 1140 de La Boca acentuó mi hartazgo. Lo admito, pero sin embargo estoy aquí, resucitando esos valores y esa militancia.

Si alguien no puede callar ante hechos de esta naturaleza vinculados con el tango y su historia, soy yo.

Juan de Dios Filiberto, que tiene el privilegio de dar nombre a la Orquesta Nacional de Música Argentina impulsada por Eva Perón en 1948, fue el autor de obras tan recordadas como “Quejas de bandoneón”, “Caminito”, “Cuando llora la milonga”, “Clavel del aire” o “El pañuelito” (por citar unas pocas) y fue amigo personal de Benito Quinquela Martín, quien no sólo pintó el frente de la casa de Filiberto, sino que le dio color a la barriada donde está el equipo de fútbol con el cual usted simpatiza.

Es simplemente imposible entender este veto, aun desde esa visión tan suya de la cultura, esa que con crudeza expresó una vez más en el festival de Cosquín, llamando al tango “La soja porteña”. Si el tango es una commoditie a la que hay que sacarle rentabilidad, cómo explica esta infame quema de campos que supone destruir la casa de Juan de Dios Filiberto. Como todo tiene que ver con todo, me resulta insólito y poco creíble que, en el mismo evento, usted desconozca el levantamiento del Festival Música de Provincias que, con mucha repercusión, se venía haciendo antes de su gestión y que permitía un acercamiento de la ciudad al sonido de la Argentina profunda, como la llama nuestra Presidenta.

Ante esta política de tirar abajo cuanta edificación de valor patrimonial, tangible o intangible, quiero pensar (aquí aparece otra vez mi inocencia, qué le voy a hacer) que usted se está dejando llevar por los consejos de gente aviesa que ofician de asesores de momento y que desconocen el valor de la palabra Cultura, así, con mayúscula.

Quiero suponer además que, ante las advertencias que de una u otra manera le está haciendo llegar la ciudadanía, usted tendrá la necesaria grandeza como para revisar las medidas adoptadas, reconociendo en muchas de ellas una improvisación lamentable y en otras la supeditación de los valores humanísticos a la fría y cruel tiranía de los números.

Todo esto, señor jefe de Gobierno, es un juego de abalorios que el mismísimo Herman Hesse podría haber incluido en su novela que, a propósito, le recomiendo como lectura.

* Legisladora porteña por el Frente Progresista Popular.



N.de la R.: Al cierre de esta edición el Jefe de Gobierno porteño llevaba 103 leyes vetadas.

LA ISLA EN VERSOS

I Encuentro de Poetas del Mundo en Cuba. Del 1 al 11 de mayo de 2012

CUBA – Holguín, Santiago, La Habana: El mes de mayo acogerá el primer encuentro de Poetas del Mundo en Cuba La Isla en versos. Entre el 1 y el 11 de ese mes se desarrollarán lecturas poéticas, presentaciones de ponencias, encuentros con editoriales y visitas a sitios de interés histórico-cultural. El encuentro es convocado desde la Casa de Iberoamérica, institución que promueve el intercambio académico, artístico y cultural durante todo el año, como parte de sus acciones dentro de las Romerías de Mayo, Festival Mundial de Juventudes Artísticas que en 2012 arribará su XIX edición. Con la peculiaridad de compartir con los artistas de todas partes del mundo que allí se darán cita, la travesía iniciará por la nororiental provincia de Holguín, para luego arribar a Santiago de Cuba y, por último, a La Habana, en un recorrido por toda la isla y estancia en sus tres ciudades más importantes. Contará con el coauspicio de la Asociación Hermanos Saíz y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, organizaciones que agrupan la vanguardia artística del país. La ínsula y sus circunstancias ha sido motivo de inspiración de músicos, escritores, creadores en su más amplia acepción a lo largo del tiempo. Sírvale este cónclave poético para ubicarla una vez más, como musa capaz de tender grandes puentes de amistad, solidaridad y amor a través de la palabra.

Ver información completa en:
http://apostrophes.cl/?p=354#more-354  

Miguel Cantilo con disco y libro nuevo


Los caminos que no sigue nadie

Instalado en el oeste del Gran Buenos Aires, y después de una temporada burocrática trabajando en Sadaic que quedó definitivamente atrás, a los 62 años Miguel Cantilo está en un intenso momento creativo: acaba de editar ¡Qué circo!, segundo libro de memorias que retrata con agudeza la opresiva vida cotidiana bajo la dictadura militar y un nuevo disco, Cantilenas, con canciones escritas durante toda su carrera –desde 1967 hasta el año pasado– que se presentan como un viaje por geografías y estilos, un cancionero personal que resulta luminoso, relevante y vital.

Por Martín Pérez

Ya no vive en una ciudad, pero tampoco se fue muy lejos. “No podría hacer lo que hago desde Bariloche o El Bolsón”, asegura Miguel Cantilo, con pleno conocimiento de causa. Porque, si bien comenzó su carrera junto a Jorge Durietz como parte del dúo Pedro y Pablo –“parecía el nombre de dos coiffeurs”, bromeó alguna vez– con un tema dedicado inequívocamente a Buenos Aires, los momentos más idílicos de su vida confiesa haberlos pasado en paraísos naturales, entre los que menciona Valeria del Mar primero, El Bolsón después y por último Ibiza. “Pero Buenos Aires es el escenario principal, tarde o después todo va a parar ahí. Es como la madre, y el Edipo te condena a caer siempre de nuevo en sus brazos”, dice y se ríe el hombre que, a los 62 años, se ha instalado en Parque Leloir, a treinta kilómetros de la ciudad en la que supo vivir.

Lo que hace Cantilo es música, y no es una obviedad. Porque, según confiesa, más o menos para la época en que salió su anterior disco, Conciencia (2007), por su trabajo en Sadaic llegó a verse convertido en algo parecido a un burócrata. Lo había llevado allí Antonio Tarragó Ros, y explica que la idea de cambiar cosas desde adentro lo sedujo. La pregunta obligada es si logró cambiar algo, y la respuesta breve y contundente es “no”, seguida por una generosa carcajada. “Armé una lista opositora y perdí. Y así es como volví al trabajo de músico”, cuenta Cantilo, que desde entonces se ha sentido renacer, y la mejor prueba es la frescura del sorpresivo Cantilenas, su flamante último disco, en el que recupera temas perdidos de todas las épocas, principalmente de la época previa a Pedro y Pablo, y también algunos olvidados durante su paso por Mallorca, pero que no sirvieron para el proyecto de Punch, el grupo new wave con el que recibió los ‘80 y lo trajo de regreso entonces al Río de la Plata.

“En algún momento dudé si debía o no revelar los diversos orígenes de las canciones”, explica Cantilo, que incluye en el disco temas como “Tu atención”, con fecha de 1967, o “Valores”, que sirve de apertura, del año pasado. “¿Y si mando todo sin fecha?, pensé. Pero me pareció que ayudaba al disfrute de las canciones. Canto una canción, ‘Despedida’, que la compuse cuando me fui de la casa de mis padres, y se comprende y disfruta mejor si está situado en tiempo y lugar.” La amplitud de fechas y variedad de lugares –Sant Pol de Mar, San Luis y Mallorca son algunos de los apuntados, además de Buenos Aires, El Bolsón y Valeria del Mar– ayudan, además, a darle a Cantilenas una sensación de viaje, pero del viaje de la vida de un músico que lo ha vivido todo, pero al mismo tiempo parece estar en su mejor momento. “La gente me pregunta cómo es que puedo seguir tocando, viajando y sacando discos a mi edad, y yo les pregunto si fueron a ver a Paul McCartney. Porque, si fueron a verlo, tendrían que tener todo claro.”
Cantilenas. Che Discos

ESLABON PERDIDO

“Uno de los sueños del guitarrero es levantarse minas tocando su instrumento”, confiesa risueño Miguel Cantilo, y cuenta que por eso incluyó en su nuevo disco “Tu atención”, uno de los primeros temas que compuso, a los 17 años. Porque retrata muy bien aquella época. “Por entonces, todas las fiestas terminaban en guitarreadas. O si no, algunos se apartaban y terminaban cantando algunos temas. Esas guitarreadas estaban sostenidas principalmente por el folklore. A veces, algún loco tocaba Jobim, pero no mucho más. Hasta que empezaron a aparecer canciones que hablaban más de nuestras experiencias, como las de Los Gatos, pero también las de Sandro. Me acuerdo de una de Los Iracundos: ‘Y la lluvia caerá’. Nos subimos a ese carrito unos cuantos.”

Cuando se le comenta que Pedro y Pablo bien podrían ser el eslabón perdido entre la canción urbana que asomaba en esos tiempos y el rock local, Cantilo evoca el descubrimiento de Serrat, por ejemplo, en el repertorio de Horacio Molina, cuando el dúo recién formado con Durietz –aun antes de bautizarse como Pedro y Pablo– cortó sus primeros dientes en el legendario La Fusa de Punta del Este. Pero también menciona a un italiano como Antoine, que cantaba canciones de protesta. O si no al catalán Raimon, del que leyó en un reportaje publicado en un diario una frase que lo inspiraría a componer “En este mismo instante”, una canción contra Vietnam que terminó siendo tal vez la mejor canción que dio el rock nacional sobre la guerra de Malvinas: “Manos duras que matan, manos finas que mandan matar”.

Pero si se habla de eslabón perdido, Cantilo elige recordar a María Elena Walsh. Asegura que jamás se olvidará de cuando la mujer que había deleitado a su generación durante su infancia, empezó a cantar canciones como “La policía, mamá”, entre otros temas. “Es que la policía se estaba desbordando”, explica Cantilo, abordando un tema que aparece todo el tiempo en ¡Qué circo! (2011), sucesor de su honesto y directo libro de memorias hippies, el indispensable Chau loco (2000). Con confusas pretensiones didácticas e historicistas, ¡Qué circo! es menos disfrutable, pero funciona como testimonio de la dureza represiva de la época. “No se trataba sólo del pelo sino también de la ropa; y no sólo la policía sino todo el mundo te reprimía. Entrar en un bar con el pelo largo significaba que te iban a verduguear, y tal vez incluso agredirte. Por eso muchos se escondían el pelo largo debajo del cuello de la camisa.”

En estos tiempos en que la justicia empieza a recordar que la última dictadura no fue sólo militar sino que también hubo responsabilidades civiles, las recurrentes escenas que evoca Cantilo en su libro –desde la búsqueda policial de la tuca como excusa para poder ensañarse con los pelilargos, hasta el vecino que denuncia a los rockeros por ruidos molestos, aun sabiendo que el resultado de esa llamada puede ser demasiado contundente– recuerdan que aquella sociedad en su conjunto era la que se estaba defendiendo. “Como escribo por algún lado en el libro, eran los propios padres los que parecían preguntarles a sus hijos: ‘¿Vos que traés, la bomba o la droga?’. Porque les tenían miedo. Pero siempre fue así, aun hoy hay padres que no pueden dominar a sus hijos, y los dopan y los meten en clínicas donde los internan y tratan por su propio bien, supuestamente.”
¡Qué Circo!. Galerna 320 páginas

LOS AÑOS DEL PELO CORTO

Además de aquellos temas olvidados de sus comienzos, el otro reservorio temporal del que abreva Cantilenas es de unos diez años más tarde, a fines de los ‘70, cuando Miguel Cantilo se instaló en Mallorca a formar una banda new wave llamada Punch. Por entonces había gozado una década de hippismo, viviendo en comunidad primero en una casa en la calle Conesa, luego en El Bolsón, y más tarde huyendo de la represión hacia Brasil y después a Colombia. Pese a confesar su admiración total por Litto Nebbia, que le demostró al joven amante de los Beatles y los Stones que esos códigos también tenían un lugar por estos pagos, sus primeros pasos de café concert y canción de protesta lo alejaron del rock. Se acercó de la mano del grupo platense La Cofradía de la Flor Solar, con los que Pedro y Pablo grabó el mítico Conesa (1972), y luego como solista, de la mano de Kubero Díaz, líder de La Cofradía, los discos Sur (1973) y Apóstoles (1974). Y fueron justamente dos ex cófrades –Quique Gornatti y Morci Requena– los que le pagaron el traslado de Bogotá a Mallorca.

“Como el grupo era moderno, y pese al corte de pelo yo era un cantautor, siempre había canciones que no servían e iba guardando. Algunas las usé en otros discos solistas, y otras terminaron en este disco”, explica Miguel, que confiesa haberse cortado el pelo de buena gana. “Aún había hippismo en la isla, pero era una época mucho más punk. Era lo que se venía, lo veías en las revistas y los discos que venían de Inglaterra, con las que nos hicimos fanáticos de tipos con Elvis Costello y Talking Heads. Lo que hacían era revolucionario para la época, algo que celebrábamos porque estábamos podridos del rock sinfónico. Así que terminamos todos con el pelo cortito, como celebrando la nueva etapa. Y no fuimos los únicos, eh. Me acuerdo, no sé cómo, de haber recibido una revista argentina que mostraba que Santaolalla también se lo había cortado, lo que me llamó la atención”, recuerda Cantilo, que trajo su peinado nuevo para Buenos Aires y sólo recibió hostilidad por parte de un público que quería más marcha de la bronca, y menos pelo corto.

No era tan sencillo, sin embargo, como lo demuestra el recuerdo del regreso de Manal en ¡Qué circo!, describiendo un estadio de Obras frío, en el que la gente no se movía de sus asientos, vigilados por la policía. “Todos salieron comentando en voz baja el recital, incluso en los colectivos”, dice Cantilo, retratando una realidad agobiante, la otra cara de la violencia que recibiría al año siguiente en Prima Rock o en La Falda, al frente de Punch. Malvinas terminó acelerando los tiempos, y el fracaso de Punch fue olvidado con el triunfal regreso de Pedro y Pablo, ahora sí permitido por los censores de turno. “Me acuerdo de que al final de un show en Obras nos vino a saludar al camarín un oficial joven. Con Jorge pensamos que, si había militares que nos venían a ver, las cosas estaban cambiando. Pero, al mismo tiempo, para ese mismo show tuvimos que presentar antes en la comisaría las letras de las canciones que íbamos a tocar.”

También recuerda que, junto a Punch, otro grupo de pelo corto sufrió los rigores de un público que tenía otras expectativas. Se trataba de Virus, que por entonces hacía sus primeras armas. “Nosotros fracasamos, no pudimos soportar que el público se rayase tanto por nuestra propuesta, y nos separamos. Pero lo curioso es que ellos, que sufrieron lo mismo que nosotros en Prima Rock y La Falda, como eran mucho más jóvenes se bancaron la tormenta, y años después consiguieron torcerles el brazo a todas esas críticas.”

CANCIONERO LUMINOSO

Uno de los grandes logros de Cantilenas es que, pese a la amplitud del viaje, a la distancia temporal entre los temas, suena como un trabajo homogéneo. Pero también que la esencia del arte de Cantilo se destila con naturalidad, desgranando un cancionero agradecido y vital, acompañado por un sonido cristalino, y una interpretación generosa y cálida. Cantilenas es un álbum luminoso, que regala más de una sonrisa a quien lo escucha, no sólo al fan del artista sino también al oyente casual e incluso escéptico.

Miguel escucha los elogios callado y asintiendo, y cuando se le pregunta si está de acuerdo, y si está satisfecho con el resultado, asegura que lo que parece sonar tan natural, en realidad es el resultado de mucho trabajo. Se queja de que la primera crítica que leyó, lo único que hacía era mencionar que el disco no tenía material nuevo, cuando en realidad, pese a la referencia de las fechas, en él todo es nuevo. “Tengo un amigo que es muy fan, y al que respeto, que dice que es el mejor disco que hice desde Locomotor, de 1988, pero él es el único que puede decir eso”, asegura con una sonrisa, y señala que el gran responsable del resultado final es el productor: su hijo Anael. Y del hecho de haber buscado un estudio nuevo, en vez de optar por los grandes nombres, un error en el que incurrieron en el disco anterior. Lo mismo, recuerda Cantilo, que hicieron treinta años atrás, cuando descubrieron un estudio nuevo para grabar el disco del regreso de Pedro y Pablo. Ese estudio fue Del Cielito, y desde entonces Miguel tiene un terreno en Parque Leloir, donde ahora el músico –-que agradece haberse rescatado de un destino de burócrata– tiene su centro de operaciones.

Pero el gran secreto de Cantilenas está en su punto de partida, y Cantilo lo dice al pasar, bien entrada la charla. Cuenta que fue un disco pensado para trabajar en los países que no lo conocen, y por eso es un material desprovisto de lo que tradicionalmente se asocia con su nombre, canciones de protesta o de crítica social.

Alejándose de sí mismo, curiosamente, ha logrado su disco más propio y personal. Intentando no ser Miguel Cantilo, lo es más que nunca. Después de tanto cambio de estilo, y de geografía, apenas a treinta kilómetros de su centro y remontándose a sus comienzos, alcanza su raíz.

Fuente: Suplemento Radar

Homenajes: Juan Carlos Gené


ARRANCÓ EN LA DÉCADA DEL ’60 Y NO DESCANSÓ HASTA EL ESTRENO DE HAMLET, SU VERSIÓN DE 2011 PARA EL SAN MARTÍN. EN EL MEDIO, ESCRIBIÓ OBRAS QUE HICIERON HISTORIA, CONCRETÓ INTERPRETACIONES NOTABLES Y TUVO UNA INTENSA ACTIVIDAD GREMIAL Y POLÍTICA.

Un artista que transmitió su pasión por el teatro

Por Hilda Herrera

Cuando el actor, dramaturgo y director Juan Carlos Gené regresó a la Argentina después de un exilio que abarcó el período 1976-1993, primero en Colombia y luego en Venezuela, con retornos periódicos en los ’80, supo recuperar esos años de ausencia, no totalmente perdidos, puesto que, en tanto emigrado, fundó el Grupo Actoral 80 (en 1983), ocupó el cargo de director adjunto del internacional Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, y en la vuelta, el de presidente de la sede en Buenos Aires y la Secretaría de Formación de Recursos Humanos para el Teatro. Gené no cortó lazos y estrenó obras creadas en el exterior, como Ritorno a Corallina, y acompañó otras: Guarda mis cartas, pieza de su compañera, la actriz y bailarina chilena Verónica Oddó, armada en base a la correspondencia de Violeta Parra. En esos y otros trabajos, Gené adhería a la idea de revitalizar el texto y el papel del actor, tanto en sus obras como en la de otros autores. Un ejemplo lejano fue El vestidor, de Ronald Harwood, que dirigió Luis Agustoni y el actor protagonizó junto a Oddó y Pepe Soriano. Actor y director premiado en el país y en el extranjero, Gené falleció ayer, a los 82 años, como consecuencia de un cáncer, tras una trayectoria en la que no hubo respiro.

A la actividad artística sumó la gremial y política. Fue presidente y secretario general de la Asociación Argentina de Actores, director de LS 82TV Canal 7 (designado en 1973) y director del Teatro San Martín de Buenos Aires, desde 1994 hasta 1996. Nacido en Buenos Aires, escribió obras que hicieron historia, publicó textos teóricos que enriquecieron su labor docente, y se destacó en papeles que exigían intensidad, entre otros en Los hijos de Fierro, Tute cabrero y Quebracho. Escribió guiones para el cine (Gracias por el Fuego y La Raulito) y la TV (el ciclo Cosa juzgada). Arrancó en la década del ’60 y no descansó hasta el estreno de Hamlet, su versión y dirección de 2011 para el Teatro San Martín.

Este último desafío era otra muestra de su convicción respecto del valor de la cultura, en su opinión “la avanzada de la integración”. Esta convicción, aplicada a los países de América Latina, le daba ocasión para enumerar sucesos y referirse a cada país como poseedor de “una personalidad inequívoca”. Valoraba el hecho de que, a pesar de las presiones políticas y económicas, el deseo de ir en busca de un lenguaje “generaba una dialéctica” con la propia cultura y con ello la posibilidad de que surgieran “otros productos, nuevos y absolutamente auténticos”.

Por temperamento y experiencia gremial apoyaba los reclamos. “Patear y seguir, como se pueda y donde se pueda”, sostenía en un momento crítico para la cultura. De modo que sus obras no obviaban la realidad. Sucedió con Se acabó la diversión, en 1967, y, entre otras, El inglés, que subió a escena en 1975; Golpes a mi puerta (1985) y Ulf (1988), entonces junto al Grupo Actoral 80, en un montaje de Claudio Di Girolamo. En ese gusto por la reflexión entre metáforas, acuñó títulos como El herrero y el diablo, que dirigió Francisco Javier; Memorial del cordero asesinado (1990); la inolvidable Memorias bajo la mesa, junto a Pepe Soriano; y en tanto voz, Sólo tengo una certeza, homenaje de Oddó a su hermano Guillermo Fernando, quien fuera cofundador del conjunto Quilapayún, que vivió en el exilio y fue apuñalado en 1991, en circunstancias no aclaradas. Más cerca en el tiempo, El sueño y la vigilia, también con Oddó. Espectáculos todos que sumaban calidad a una lista de títulos consagrados: El zoo de cristal; El avaro, de Molière; Un guapo del 900; Krapp, la última cinta magnética, la excelente puesta que protagonizó Walter Santa Ana; Factor H: Williams Hnos. S.A., fragmento de una trilogía experimental; su reciente versión de Hamlet y, antes, la adaptación de Stefano, de Armando Discépolo. Allí, la historia del emigrado, trombonista frustrado, brilló en la puesta de Gené. Ese hombre que desde la tierra elegida anima a su familia a unirse a la aventura y le pinta un panorama auspicioso e irreal, congeniaba con las ideas que sobre la inmigración sustentaba el dramaturgo. La obra rebatía la épica del emigrado y trasladaba al espectador a un tiempo documentado y a la vez simbólico.

Ese tono se afinaba en otro magnífico trabajo de Gené: Todo verde y un árbol lila, pieza escrita en base a la correspondencia de inmigrantes. Su actuación en Minetti, la descarnada pieza de Thomas Bernhard que dirigió Carlos Ianni, fue otro recordado trabajo de este artista. Y quién no recuerda su labor en Copenhague, obra del londinense Michael Frayn que dirigió Carlos Gandolfo, donde compartió el escenario con Alicia Berdaxagar y Alberto Segado. Entonces recreaba junto a sus compañeros un fantasmal encuentro entre el físico danés Niels Bohr, la mujer de éste y el científico alemán Werner Heisenberg, personaje que decía estar vigilado por la Gestapo.

Condecorado por el Gobierno de Venezuela con la Orden Andrés Bello (1984), designado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires en 2002 y premiado por su trayectoria en 2008 por el Fondo Nacional de las Artes, Gené tenía predilecciones. El poeta y dramaturgo Federico García Lorca era uno de sus admirados y quien le inspiró obras, a él y a su compañera Oddó. Se los vio juntos en Aquel mar es mi mar (en el Celcit), que recordaba un anterior trabajo, Yo tenía un mar, estrenado en el Teatro San Martín. Supieron reunir varios espectáculos sobre el poeta granadino: otros fueron Cuerpo presente entre los naranjos y la hierbabuena y Las delicadas criaturas del aire. Esta era una fidelidad al autor y a una escena que nace de la necesidad de expresar particularidades: “Nuestro país avanza culturalmente sobre el esfuerzo creativo de la gente, que trabaja independientemente de cualquier interés económico”.

El tema de la inmigración retornó en varias ocasiones, transparentando siempre la fragilidad de quienes llegaban a la Argentina con la esperanza de una vida mejor. Por eso en sus versiones de los clásicos nacionales no había triunfadores, sí en cambio “ideales inalcanzables”. “Es una experiencia muy argentina ésa de sentir nostalgia de algo que se cree haber perdido cuando en realidad no se tuvo nunca”, sostenía. Sin embargo, lo seducían los mitos, y supo relatar uno personal: “Puedo decir que estuve en la Plaza de Mayo el 12 de octubre de 1928. En la panza de mi madre, que celebraba la segunda presidencia de Yrigoyen. Mi abuelo había sido ministro en la primera presidencia. Siendo chico, y también después, imaginé verla entre la multitud. No puedo decir que recuerde el golpe militar del ’30, pero creo que algo de ese clima de miedo y tristeza quedó en mí. No sé si por lo que contaba mi familia o por mi memoria, creo recordar el ruido que producía el paso de la caballería por los adoquines de la avenida Córdoba”.

Apasionado por los hechos de la historia y la política del país, Gené no obviaba en sus conversaciones los vaivenes de las luchas políticas y el sentimiento de desarraigo, “esa herencia de dolor, de sensación de pérdida de la que muchos argentinos no nos desprendemos”. Se refería entonces a los exilios del pasado y a las emigraciones durante los años de la dictadura militar. En su actividad como funcionario, debió atravesar situaciones conflictivas, especialmente durante la dirección del Teatro San Martín, derivadas, en parte, de los recortes presupuestarios y las pugnas internas. Sucedió cuando el estreno de Volpone, comedia del inglés Ben Jonson que adaptaron Mauricio Kartún y David Amitín, donde reemplazó a Pepe Soriano en el papel del viejo taimado del título. Pero más allá de este y otros contratiempos no dudaba en pedir pasión para el teatro y en algún encuentro advertía al auditorio sobre la necesidad de esa pasión, rescatando una reflexión del dramaturgo alemán Bertolt Brecht que consideraba legítima: “Cuando la gente no viene al teatro es porque ni nosotros ni la gente sabemos lo que debe ocurrir en él”.

Otra pasión era la docencia, y la aplicaba a las obras en las que actuaba o dirigía: “En pedagogía todo es pregunta; y toda afirmación debe ser considerada una pregunta. Una afirmación no es otra cosa que un modo de discurrir, y no la instalación de una verdad que no deje espacio a otras alternativas”.


Argentina FICIP - Festival Internacional de Cine Político


EL 20 DE FEBRERO DE 2012
CIERRA LA CONVOCATORIA
A GANADORES DE SERIES TDA
DEL PLAN OPERATIVO DE PROMOCIÓN Y FOMENTO DE CONTENIDOS AUDIOVISUALES DIGITALES INCAA
Y
LARGOMETRAJES ARGENTINOS EN PROCESO




ARGENTINA FICIP – FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE POLITICO

Del 22 al 28 de marzo – 2012, en la Ciudad de Buenos Aires, se realizará la segunda edición del Festival Internacional de Cine Político, Argentina FICiP, con el auspicio del INCAA, la AGRUPACIÓN OESTERHELD, la Red Nacional y Popular de Noticias NAC&POP y AATECO Asociación Argentina de Teledifusoras Pymes y Comunitaria.

A través del festival intentamos fomentar las producciones cinematográficas con temática política y crear un espacio de debate, intercambio de opiniones y discusión sobre la vida política nacional e internacional, sobre los temas atinentes al Cine Político y su dimensión.

Las proyecciones se realizarán en el Espacio Incaa KM0, Gaumont – Auditorio del Hotel Bauen y en el Centro Cultural de la Cooperación.

El 20 de enero cerró con éxito la convocatoria de largometrajes, mediometrajes y cortometrajes nacionales e internacionales. Se inscribieron obras de gran calidad cinematográfica y de valioso contenido político. ¡Agradecemos a todos aquellos que creen y apoyan este proyecto!

CONVOCATORIAS ABIERTAS:

Sección Series Nacionales TDA

CONVOCATORIA ABIERTA a productores y o directores de los proyectos de SERIES, ganadores del Plan Operativo de Promoción y Fomento de Contenidos Audiovisuales Digitales 2010 y realizados en 2011, que tengan un punto de vista político sobre la sociedad, ya sean de ficción, animación o documental


Sección Largometrajes nacionales en proceso (work in progress)

CONVOCATORIA ABIERTA a proyectos nacionales en proceso (work in progress) de largometrajes que tengan un punto de vista político sobre la sociedad, ya sean de ficción, animación o documental, ya sean de ficción (vivo - animación) o documental

Fecha límite de recepción de obras: 17hs del martes 20 de febrero de 2012

Para mayor información: http://www.ficip.com.ar/  

Rescates: Osvaldo Soriano entrevista a Julio Cortázar


Reportaje de Osvaldo Soriano
Revista Humor
septiembre 1983

Julio Cortázar anuncia que vendrá a la Argentina cuando haya asumido el gobierno constitucional. A los 69 años, el gran narrador que acaba de publicar Deshoras, un nuevo libro de relatos, está cada vez más cerca de América Latina, de la Nicaragua liberada y de una Argentina que busca recuperar la democracia destrozada. En esta entrevista realizada en París, Cortázar habla de su último libro, de sus pesadillas, de su juventud, del sandinismo y responde a las críticas que le fueron dirigidas por otros escritores argentinos en los últimos años. El exilio y el tan controvertido "genocidio cultural" son algunos de los temas que trata mientras se reivindica argentino, pero sobre todo continentalista, latinoamericano.


-En el relato Diario de un cuento de tu último libro. Deshoras, hay un conmovedor homenaje a Adolfo Bioy Casares. ¿Cuál ha sido tu relación con él?

-Yo me había encontrado fugazmente con él en Buenos Aires, pero en aquella época, en 1947, yo no había publicado todavía Bestiario. Años más tarde él vino a París, y como era amigo de Aurora Bernárdez, la llamó y le dijo que tenía ganas de vernos. En ese momento ya me había leído, claro. Entonces vino a casa y me hizo unas fotos, porque Bioy es muy buen fotógrafo. Después, cuando yo fui a Buenos Aires, Marcelo Pichón Riviére, que es amigo suyo, me dijo que Bioy quería verme. Fuimos a su casa y pasamos una hermosa noche en la que hablamos de vampiros todo el tiempo,

-Curiosamente, Bioy es un escritor del que no se habla mucho en la Argentina.

-Sí, y eso es lo que yo admiro en él. Se ha negado a toda promoción de tipo publicitario. Incluso cuando aquí en Francia se elogia mucho La invención de Morel, porque lo ven como una especie de modelo de relato fantástico, sé que Bioy no se entusiasma, no le gusta que hablen de él. Es un hombre muy secreto.

-Diario para un cuento, es, me parece, absolutamente autobiográfico. ¿Cuál es la parte de ficción en ese texto?

-Yo diría que lo autobiográfico se injerta en un texto que luego es pura invención.

-Pero, ¿vos no fuiste traductor público?

-Sí, yo fui traductor público nacional y lo más interesante del cuento es la parte autobiográfrica porque tal como lo cuento en el Diario, entre la clientela que me dejó mi socio cuando se marchó de la oficina que teníamos en San Martín y Corrientes, me encontré con cuatro o cinco clientas que eran prostitutas del puerto a quienes él les traducía y escribía cartas en inglés y en francés. Entonces yo me encontré con ese problema. Recuerdo que él les cobraba cinco pesos, más por la forma que por el trabajo. Entonces, cuando yo heredé eso, me pareció que era cruel decirles que porque yo era el nuevo traductor no iba a hacer ese trabajo. Por otra parte era una experiencia psicológica interesante y durante un año les traduje cartas de los marineros que les escribían desde otros puertos. Fue entonces cuando me enteré de un crimen. Por supuesto que no sucedió como yo lo cuento en Diario, pero en un cambio de cartas había referencias a un veneno y a la eliminación de una mujer que molestaba a alguien.

-Pero el cuento tardó más de treinta años en tomar cuerpo y eso me llama la atención, porque parece un tema cantado para vos. ¿Por qué tardaste tanto en escribirlo?

-Tal vez la explicación está en el mismo cuento. Habría que analizarlo más profundamente, porque vos ves que mi problema ahí es que yo no consigo nunca atrapar el personaje de Anabel como hubiera querido y a lo largo del cuento es ella la que me va atrapando a mí. Se me ve más a mí, y con una visión muy negativa... Yo pensé mucho tiempo en aquel episodio: en esas noches en las que uno hace el recuento de su vida y surge la asociación de ideas, he pensado mucho en eso; sin embargo, nunca fue una incitación para escribir un cuento. Creo que yo estaba bloqueado desde el comienzo con ese tema.

-Es decir que cuando empezaste a escribir no tenías todavía el cuento armado.

-No. Allí no hay ningún montaje, la primera palabra fue escrita antes de la última, sin ningún tipo de artificio. Reflexionando me decía: "Me gustaría contar esto, ¿pero cómo hacerlo?" y tenía un problema técnico de esos que a veces se me plantean y entonces, de golpe, me dije "a lo mejor lo que conviene hacer es empezar escribiendo sobre cómo no puedo escribir el cuento... un tipo que lleva un diario". De allí la apelación a Bioy y todas las referencias marginales que van saliendo. En esos días yo estaba leyendo un libro de Derrida que iluminaba mi estado de ánimo en el momento de hablar de mi relación con Anabel. Pero cuando llegué a la mitad del Diario más o menos, ahí me di cuenta -y ésa es la pequeña trampa del escritor-, que ya estaba escribiendo el cuento, que éste estaba contenido en el diario. Saltaba, iba y venía, me salía del cuento y volvía a hablar de mí en París, del tipo que escribe su diario, que ya está viejo. Entonces el cuento siguió sin problemas hasta el final.

-La historia ocurre el último año de tu estadía en Buenos Aires.

-No, un poquito antes. Espera: yo me fui en el 51 y empecé a trabajar desde el 48 en la oficina ésa... Sí, debe haber sucedido en el 49 ó 50 y ya pensaba en irme. Vos sabes que yo hice un primer viaje exploratorio a Europa en el 49; me vine por tres meses como turista, Estuve en París, en Italia y en Londres y volví a Buenos Aires con una decisión prácticamente tomada, es decir quemar las naves, ver si el gobierno francés me daba una beca, que en ese tiempo se podían conseguir en la Argentina, y venirme para aquí. Gané una beca de literatura que daba la Sorbona, o el Ministerio de Educación, que era muy pobre y no alcanzaba para vivir, pero me permitía instalarme en la ciudad universitaria. Así estuve viviendo cinco meses en el pabellón argentino hasta que ya no pude más de estar rodeado de compatriotas que no hacían ningún esfuerzo por aprender una palabra de francés y se pasaban el día llorando y tomando mate. Yo no sabía si me iba a quedar del todo o no, pero decidí que ésa no era una manera de vivir en París y con la poca plata que tenia me conseguí una piecita en la rue d'Alessia y me instalé ahí.

-Lo que me emocionó profundamente en ese cuento es la visión critica, feroz a veces, para con el Cortázar de aquella época, incapaz de entender lo que ocurría en la Argentina, sobre todo el fenómeno peronista.

-Tenes mucha razón. Por eso estoy contento de haber escrito este cuento, ya tan tarde en mi vida, porque eso me ha dado un espacio de autocrítica con la lucidez con que creo verme en ese cuento, digamos como me ve Anabel, y yo era incapaz, de verme en esa época, ni yo ni mi clase, todo el medio que yo frecuentaba y allí hay muchas referencias a eso. Aparece, por ejemplo, ese amigo mío, ese abogado, el doctor Hardy, que es el mismo de Las puertas del cielo; un tipo al que le gusta acercarse a los bajos fondos, a las milongas y los bailes pero como un antropólogo, un burgués que después vuelve a su casa a pegarse un baño y vivir su vida del otro lado. Bueno, éramos todos un poco así, y lo éramos en el plano político también. Es decir, mi incapacidad de captar a Anabel en ese cuento, yo la extrapolaría ahora y te diría que era mi incapacidad para captar el panorama político argentino. Esa es la conclusión final que hay que sacar del cuento. Dicho esto, hay que agregar una cosa importante: mientras yo escribía este cuento jamás se me cruzó por la cabeza el asunto, es decir, nunca traté de simbolizar una cosa con la otra.

-Tampoco es una reivindicación de lo que estaba pasando en el país, del peronismo, con el que vos seguís siendo muy crítico.

-En absoluto. Además, buena parte de las críticas que yo hacía al peronismo de ese momento las sigo haciendo hoy en 1983. Pero en cambio hay muchas otras cosas sobre las que he cambiado de opinión.

-Vos me dijiste una vez que ibas al Luna Park a ver boxeo con un libro de Víctor Hugo bajo el brazo.

-No sé si sería Víctor Hugo, porque en ese entonces Hugo ya se me había quedado un poco atrás, pero habré estado llevando en la mano uno de los autores que leíamos en la época, que podía ser por ejemplo Rilke o Holderlin, porque leíamos mucho a los poetas alemanes. Es decir, era el joven esteta y estetizante que termina de leer Rilke y va a ver boxeo como otro espectáculo estético.

-Recuerdo que en Casa tomada lo que más lamenta el personaje es que "del otro lado" se hayan quedado sus libros franceses. Eso le importa más que los 15 mil pesos que perdió.

-Tenes razón, son esas frases que uno escribe y son hasta proféticas. Después, retrospectivamente te das cuenta de lo que contenían esas frasecitas. Y es verdad; alguien me preguntó una vez cómo era mi biblioteca de joven, la que yo dejé en Buenos Aires cuando me vine a París. Esa biblioteca se componía, creo, de un sesenta por ciento de literatura francesa en lengua original, un veinte o treinta por ciento de literatura anglosajona, autores ingleses más que norteamericanos y el resto España y Argentina, algo de Italia... Pero no lo lamento: creo que esa especie de cosmopolitismo cultural que tuve desde el comienzo me ha sido infinitamente útil. Una parte de aquel famoso diálogo con José María Arguedas (y que no era una polémica entre él y yo ni mucho menos) venía de eso, de que yo no podía aceptar el punto de vista exclusivamente telúrico y localista que valía para Arguedas, pero no para Julio Cortázar.

-Voy a hacer una digresión porque tengo ganas de saber, si no te molesta, quién era Paco, "que gustaba de mis cuentos". A él le dedicaste Bestiario y luego aparece en uno de tus relatos posteriores.

-Está bien que me hagas la pregunta porque puede haber una confusión; hay dos Pacos. Uno, a quien yo le dediqué Las armas secretas, es Paco Porrúa; el otro murió en el año 42 y fue mi compañero de estudios. Hicimos los tres años de profesorado juntos. Era un muchacho al que yo quise muy profundamente y con el que me entendía muy bien. Formábamos un grupo de amigos muy pequeño y entre ellos había uno que sigue siendo muy conocido en la Argentina, que es Jorge D'Urbano. Paco fue mi mejor amigo y murió de manera muy cruel, de una enfermedad renal. Hay un cuento mío que se llama Ahí, pero dónde, cuándo, y en él está Paco. Porque yo tengo eso, que a veces sueño con Paco, que está en un plano dado en el que lo veo como en esa época... Es lo que trato de decir en ese cuento, que es un balbuceo porque eso no se puede decir con palabras. Es una experiencia demasiado vertiginosa.

-¿Qué fue de esos cuentos que le gustaban a Paco? ¿Publicaste alguno?

-Hubo un cuento de toda esa serie que sobrevivió, los demás los destruí. Porque yo fui muy crítico en ese sentido, y me negué a publicar hasta muy tarde. Mi primer libro sale en el año 51, cuando me vengo a Europa y yo tenía en ese momento 36 años. Pero un cuento quedó, que se llama Bruja. Sobrevivió porque le había gustado mucho a Arturo Cuadrado, que era un español exiliado en la Argentina, muy simpático, que tenía una editorial que se llamaba Nova y dirigía la revista Cabalgata, donde yo hacía críticas de libros. Arturo vio ese cuento y me lo pidió. Yo lo releí y pensé que podía salvarse. Es un cuentito que está afuera de mis libros, pero yo lo reivindico de toda esa serie que le gustaba a Paco. Y ahora sé por qué le gustaban a Paco: tal vez fui un poco injusto en destruirlos, aunque no hubieran podido salvarse, pero yo ya estaba en pleno terreno fantástico y algunos -todavía me acuerdo del tema de los cuentos- eran muy fuertes en materia fantástica y eso lo fascinaba a él.

-¿Tus primeros cuentos ya eran fantásticos?

-Sí, desde el comienzo. Hubo una novela, que también destruí, y que no tenía nada de fantástica. Eran como seiscientas páginas y la escribí para hacerme la mano. Unos años más tarde decidí que no me gustaba y fue al fuego. Ahora me gustaría saber cómo escribía en esa época...

-Vos te cobras unas cuantas deudas, incluso de tu infancia, en Deshoras. Basta leer Escuela de noche.

-Ese es un cuento que le va a hacer mal a muchos ex alumnos de esa escuela, que fueron moldeados por ella y conservan un sentimiento romántico de aquellos años. Afortunadamente los argentinos tenemos un lado sentimental que hay que mantener mientras no se vuelva histeria, como a veces ocurre incluso en la política. A muchos les va a doler, porque esa escuela normal es una escuela prócer de alguna manera. Pero yo la aguanté siete años en los que tuve más o menos cien profesores y sólo me acuerdo de dos. ¡Dos sobre cien! Es espantoso como ejemplo de la educación que se daba en esa escuela. Por cierto que me gusta citar a los dos que recuerdo con cariño. Uno fue don Arturo Marasso, que era profesor de literatura griega y española y me situó en el mundo de la mitología griega. Marasso me enseñó montones de cosas, y se dio cuenta de mi vocación literaria. En ese tiempo yo no tenía ni un centavo, entonces él me hacía ir a su casa y me prestaba sus libros. Me hizo leer a Sófocles, me hizo leer bien a Hornero, a Píndaro, me metió en el mundo griego y latino. El otro profesor, del cual guardo un recuerdo conmovido, fue Vicente Fatone, que daba filosofía. Fue profesor de teoría del conocimiento y de lógica. Nos exigía a fondo y nos hicimos muy amigos de él. Esa clase de profesores con los que un buen día podes ir a su casa y se crea una relación que duró muchos años. Fatone me metió en un mundo que me interesaba, pero que manejaba muy mal: el de la filosofía. Porque yo, de joven, pensé en seguir filosofía. Tenía la vocación. Con Marasso me había leído todos los diálogos de Platón y con Fatone me metí en Aristóteles. Entonces hice toda mi formación filosófica griega y luego pasé a la Edad Media. Trabajé mucho la filosofía.

-¿Ya escribías en ese tiempo?

-Sí, escribía poesías y cuentitos, relatos, cosas así. Me di cuenta con bastante autocrítica de que no tenía una mentalidad filosófica. Me fascinaba porque la filosofía te mete en lo fantástico, en lo metafísico, pero no tenía un temperamento para avanzar o sistematizar en el campo filosófico y la abandoné como también dejé el ajedrez por las mismas razones.

-¿De dónde viene ese horror de Escuela de noche?

-Es que, como te decía, no es solamente que la educación fuera mala sino también que había una tentativa, sistemática o no -al menos yo lo sentí así- de ir deformando las mentalidades de los alumnos para encaminarlos a un terreno de conservadorismo, de nacionalismo, de defensa de los valores patrios; en una palabra, fabricación de pequeños fascistas, que es lo que cuenta Escuela de noche.

-¿Eso fue durante el gobierno de Uriburu?

-Yo estuve en la escuela entre 1929 y 1935, así que estaba en el primer año de magisterio cuando el golpe de Uriburu y salimos todos a la calle a aplaudir la revolución; ¡la festejamos como la liberación del país! Imaginate, en mi familia eran todos conservadores y para nosotros Yrigoyen era una especie de crápula, así que Uriburu aparecía como un libertador. Después vino el gobierno de Justo y en la escuela normal se hicieron tentativas a cargo de algunos profesores para meternos en asociaciones y brigadas que acompañaran a Justo. De modo que esa escuela fue para mi una tremenda estafa que me hizo mucho daño.

-Otro de los cuentos de Deshoras que me parece ejemplar es Segundo viaje, que es tu tercer relato con boxeadores después de Torito y La noche de Mantequilla. ¿Cómo nace la idea, por qué tanta insistencia con el tema del boxeo?

-Al principio no tuvo nada que ver con el boxeo. Unos pocos días antes de que yo cayera gravemente enfermo en Aix-en-Provence, el año pasado, cuando tuve una hemorragia gástrica que casi me manda al otro lado, tuve una serie de pesadillas muy terribles. De una de ellas me desperté con una sensación de espanto y lo único que recuerdo es que en el sueño yo estaba en una especie de morgue y sobre una camilla había un cadáver desnudo de un hombre que daba la impresión de haberse autodestrozado; es decir, estaba torcido, vuelto hacia adentro y al mismo tiempo sacado hacia afuera, como si hubiera habido una lucha entre dos partes de sí mismo. Luego, a los tres días fui a parar al hospital por dos meses y ni volví a pensar en eso, pero durante la convalecencia vi otra vez la escena con toda nitidez, ya con una cierta distancia. Lo que no te puedo explicar es cómo se encadenó eso con la noción de un cuento y por qué elegí el boxeo.

-Podrías contarme algo de tus sueños, porque por lo que sé son recurrentes y han abierto el camino a no pocos de tus relatos. Además tenes la suerte de poder retenerlos, atrapar las imágenes que luego te van a servir.

-Los sueños son capitales en mi vida. Si hago la cuenta de los que dieron origen a mis cuentos deben ser muchos. Empezando por Casa tomada, que fue una pesadilla vivida y escribí el cuento la misma mañana después de haberla tenido. Hay algunos sueños que puedo recordar nítidamente al despertarme, otros trato de atraparlos y se me van como una nube. Pero los más terribles me marcan de tal manera que aun en este momento en que te estoy hablando veo esa imagen que luego será Ciclón Molina en Segundo viaje; estoy viendo mi pesadilla como si hubiera estado ayer en la morgue viendo un cadáver. También tengo sueños alegres, por supuesto, pero nunca he escrito un cuento con ellos. O sueños anodinos, o divertidos. Fijate, yo tengo sueños en los que hago juegos de palabras, pero eso es deformación profesional del escritor y cuando me despierto y me acuerdo del sueño me río mucho porque descubro que son anagramas que esconden otra frase y yo descubro la clave. Algunos son muy tontos. Por ejemplo, en una época en que yo sufría un problema afectivo, de separación, tenía un osito de felpa que era un símbolo entre nosotros, y lo perdí; se fue con ella, y yo me acordaba de ese juguete con cariño. Una noche soñé con ese osito y alguien me decía que se llamaba Lemío, nombre que jamás yo, ni la mujer en cuestión, le habíamos dado. Cuando me desperté, como ya sé analizar mis juegos de palabras, me di cuenta de que era completamente estúpido, pues se trataba de la canción napolitana, "O sole mió", "Oso-lemio"...

-¿La curiosidad no te llevó nunca a analizarte?

-No, nunca fui a un sicoanalista. Siempre me rehusé, incluso en la Argentina en esa época en la que el país se dividía -como creo que está hoy-en cincuenta por ciento de analistas y cincuenta por ciento de analizados. No, era una especie de análisis barato que yo hacía por mi cuenta. Además me leí todas las obras de Freud y las técnicas que él cuenta para interpretar los sueños me ayudaron a descifrar no sólo los míos, sino también mis actos fallidos. Por ejemplo, cuando me olvido de una palabra, o un nombre. Eso nunca es gratuito y es muy interesante hacer el trabajo con uno mismo. Yo he descubierto así cosas muy curiosas. Si la entrevista no se te hace muy larga te lo cuento. Yo de muchacho tenía una memoria extraordinaria, que he perdido. Por ejemplo, cuando iba al cine, durante muchos años me acodaba de los nombres de los actores y las actrices, pero también me acordaba de los nombres que tenían los personajes. Entonces, cuando se me bloqueaba un nombre, yo me daba cuenta de que ahí algo no andaba. Un día veo una película con una actriz que tenía cierta fama en la época, que se llamaba Wendy Barrie. Bueno, vuelvo a casa y a la noche me doy cuenta de que no me acuerdo del nombre de la actriz. Me dormí sin recordarlo y a la mañana siguiente empecé a buscar, a repasar el nombre de los otros actores, me empecinaba, me dejaba llevar, hasta que al fin salió: Wendy Barrie. Pero ésa era sólo la primera etapa. La segunda es por qué lo olvidé, ¿Por qué? Mira si no son sutiles los sueños: lo olvidé porque yo me acababa de pelear con una muchacha que me había dicho"lo que pasa es que vos no querés llegar a ser adulto, vos querés ser Peter Pan". ¿Te acordas de Peter Pan, el niño que no quería crecer?. Ella lo usó como símbolo. Y ahí está la explicación: en la segunda parte, Peter Pan se llama Wendy y el autor de Peter Pan es Sir James Barrie; ya ves, Wendy Barry. ¡Estaba todo ahí!

-¿Qué te parece si pasamos a la política? Todos conocen tu compromiso con las revoluciones latinoamericanas, con Cuba y especialmente con Nicaragua. Más que un observador vos has querido ser protagonista de esas revoluciones.

-Sí, en la medida en que puedo soy un participante intelectual con la única arma que tengo, que es mi capacidad de escritura, para darle a la revolución esos elementos de información por un lado y de comunicación hacia el exterior por el otro, que tanta falta le hace frente a las distorsiones, mentiras y calumnias. En este momento me interesa de manera especial la revolución nicaragüense porque la cubana ya es mayor de edad, ya es grandecita y sigue su camino, aunque en la medida de mis posibilidades sigo colaborando. En el caso de Nicaragua se trata de una revolución niña y que está muy amenazada. Como sabes, mi participación es apasionada y yo te diría incluso dramática, porque tengo plena conciencia del peligro y la fragilidad que hay en esa tentativa tan rodeada de enemigos.

-Pero en estos años supongo que habrás sufrido quizá algunas decepciones, que habrás mirado de manera crítica lo que pasó en Cuba, por ejemplo. ¿Crees que Nicaragua está al amparo de los errores cubanos?

-Claro que tuve muchas decepciones. Y los errores son tan repetibles como los aciertos en este campo, de manera que hay que estar muy vigilante. Yo cuento con una larga experiencia en lo que toca a la revolución cubana y eso me permite muchas veces en Nicaragua, cuando me parece observar detalles criticables, adelantarme a señalarlos. En eso tengo la ventaja, con respecto a Cuba, de estar muy cerca de la mayoría de los dirigentes de Nicaragua, que me tienen confianza y afecto porque saben que mi solidaridad es total. Una solidaridad crítica, claro, de manera que cuando yo tengo una charla con Ernesto Cardenal, o con Miguel D'Escoto o con Tomás Borge, o Daniel Ortega o Sergio Ramírez, con mucha frecuencia surgen temas y cuestiones en los que tengo que decir las cosas que no me parecen bien y a ellos les toca escuchar o no esas palabras. Hasta ahora sé que las escuchan porque son sensibles y se dan cuenta de que están luchando con una enorme desventaja en muchos planos y que sólo a fuerza de intensidad mental se va a poder salir adelante. El problema en Nicaragua es que no hay un minuto que perder. Por ejemplo, me dio una gran alegría leer hace pocos días que Tomás Borge, que es ministro del Interior, reconoce que cometieron errores considerables con los indios miskitos por no haber hecho un trabajo preparatorio de conocimiento étnico de su mentalidad. La ingenuidad revolucionaria, que es tan frecuente en nuestros países -y es bueno que sea así-, le da al hombre una hermosa seguridad. Siente que tiene la verdad en la mano y la quiere comunicar. Lo que pasa es que la comunicación no siempre es fácil cuando se hace en contextos azarosos y difíciles. Entonces los nicaragüenses saben ahora que fue una tontería que al otro día de la revolución se fueran a buscar a los miskitos diciéndoles: "hermanos, ahora ustedes son libres y esto es el sandinismo", y no intentaran previamente documentarse sobre la mentalidad de los miskitos que les siguen llamando españoles a los nicaragüenses del Pacífico. Eso yo lo observé y siempre que pude hice las criticas, como las he hecho en el plano de la educación y de las artes, por ejemplo. Además, llevo adelante un combate en Cuba y en Nicaragua contra el machismo latinoamericano que le hace un mal tremendo a cualquier revolución en América latina. Y como sucede en esa clase de actitudes, los machistas no se dan cuenta de que son machistas y cuentan muchas veces con la decidida colaboración de las mujeres. Bueno, aprovechando la infancia de la revolución nicaragüense, y la experiencia previa de Cuba, que cometió tantos errores (aunque ahora está trabajando en el buen sentido), a mí me parece que es mi deber, y el de todos los que vean las cosas así, llevarlos a reflexionar sobre el problema de ese machismo tradicional, que es conservador y no tiene nada de revolucionario.

-En cuanto a la cuestión de las libertades, ¿cuál es tu opinión? Porque el problema es serio en Cuba y ahora empieza a criticarse a Nicaragua en el sentido de que habría una restricción de las libertades públicas.

-Doy un paso atrás y te diré que el problema viene en este momento en Nicaragua del hecho, que a mí me conmueve, de que el sandinismo triunfante manifestó de entrada su voluntad de mantener un pluralismo político y una economía mixta donde la actividad privada pudiera seguir desarrollándose, ya sea por razones de vocación, de temperamento o de conveniencia. La gente elige una manera u otra de participar en la economía del país. Hubiera sido fácil, cuando tomaron el poder, eliminar para siempre la noción de pluralismo político; sin embargo los sandinistas dijeron y siguen proclamándolo, que respetarán la economía mixta y el pluralismo político. Aprovechando esas garantías, una gran cantidad de gente está hoy favoreciendo la ofensiva exterior contra la revolución. Porque no son sandinistas, o porque no están identificados con la revolución, utilizan todos los procedimientos para ponerle trabas al proceso partiendo del principio de que, según ellos, el sandinismo desemboca inevitablemente en el marxismo. Eso está lejos de estar probado, pero es un campo de reflexión que ellos defienden y automáticamente se colocan en una posición liberal que los alía sistemáticamente con los intereses norteamericanos.

-¿Vos crees que el sandinismo es, en realidad, una revolución?

-Yo me he planteado la cuestión muchas veces en Nicaragua, una revolución es la sustitución total, dentro de la historia, del capitalismo por el socialismo, sin grados intermediarios. Lo que yo veo en el sandinismo, en cambio, es un movimiento de liberación. El país fue liberado de Somoza, pero de allí a pasar a la noción de revolución total hay un paso que el sandinismo no quiso dar, y yo creo que hizo muy bien porque si lo hubiera hecho desde el primer día tal vez ya no hubiera como el de centenares o millares de argentinos llenos de talento, de capacidad de trabajo y de ansias de hacer cosas, que han tenido que huir porque tenían una pistola apuntada a la espalda o poco menos, ese exilio cultural es el que más me ha dolido.

No sé si fui yo quien lanzó la noción de exilio cultural, no importa; lo que interesa es saber -y hace unos años que yo vengo hablando de eso-, que ese exilio cultural estaba creando un segundo exilio, el exilio cultural de allá, de adentro, de millones de argentinos que no nos podían leer, y ese exilio sigue siendo para mí el más doloroso de todos. El hecho de haber seguido mi trabajo aquí, pero siempre encaminado a América latina y muchas veces a la Argentina en particular, y que ese trabajo se viera detenido en la frontera por la bota militar, es el símbolo más aterrador de este exilio que hemos sufrido.

-Sabrás que a vos se te ha atacado bastante en la Argentina, sobre todo cuando dijiste que en el país se estaba cometiendo un "genocidio cultural". Estas apreciaciones tuyas le molestaron a mucha gente y todavía existe un cierto resentimiento. Personalmente pienso que, expresada así, tu idea tiende a generalizar y perdes de vista muchos esfuerzos que se hicieron allá para enfrentar, o para defenderse de la ofensiva militar. En Buenos Aires te van a asaltar con preguntas y cuestionamientos.

-Sin duda. Entonces tratemos de ponernos de acuerdo sobre eso. Como en todas las expresiones muy sintéticas -"genocidio cultural" son dos palabras-, hay siempre peligro de malentendido.
Es evidente que eso puede comportar una noción exagerada visto desde la Argentina. Cualquier escritor argentino que, con las posibilidades al alcance de su mano, haya seguido su trabajo dentro del país puede pensar que algunos exiliados-yo, en este caso-, nos damos demasiada importancia . Es decir que el hecho de que nosotros no hayamos estado en la Argentina significaba una especie de muerte de la cultura. Eso desde mi punto de vista es totalmente falso. Yo no quise decir eso, de ninguna manera, pero al mismo tiempo mantengo el punto de vista en el valor simbólico que tiene la expresión, porque creo que ha habido un genocidio cultural en las dos puntas; es decir, nosotros que estando afuera no podíamos devolver nuestra cultura a la Argentina y quedábamos frustrados, aislados y separados, y luego los impedimentos bien conocidos a que se han enfrentado los escritores argentinos que han querido decir lisa y llanamente la verdad en estos últimos años y que no han podido decirla, o han podido decirla muy entre líneas, o se han llamado a silencio, o han diversificado sus actividades. Es evidente que frente al panorama cultural que había antes de los golpes militares, cuando todo el mundo se expresaba en el país en un sentido o en otro, la Junta ha hecho todo lo que ha podido por sofocar la cultura en el interior. Además de mandarnos a nosotros afuera y eliminarnos de esa manera. De modo que no es a una sola punta esa noción de genocidio cultural. Yo la tomo en un sentido muy amplio, y evidentemente la palabra genocidio -y eso es bueno decirlo-, es exagerada, pues se emplea cuando se habla de la destrucción de todo un pueblo, y en este caso la cultura argentina no está destruida ni mucho menos. Pero que se ha visto profunda y penosamente impedida durante años, es un hecho y estamos pagándolo muy caro. Claro, nosotros somos gente de literatura y pensamos en la creación literaria y artística, pero hay que pensar también en el plano científico, lo que significa la expulsión violenta de centenares de científicos que se han ido por su cuenta o por cuenta de la Junta militar y que están en estos momentos vertiendo su capacidad de trabajo en laboratorios de Suecia, de Inglaterra y de España, Sabemos muy bien a qué niveles cayó la Universidad, la investigación científica, los hospitales, la enseñanza. Entonces que se me disculpe la expresión "genocidio cultural", que puede ser un poco exagerada, pero refleja un sentimiento muy doloroso mío en el cual sigo creyendo.

- También dijiste en alguna oportunidad, y eso despertó más polémica, que te considerabas un exiliado. ¿Podrías decir que ese exilio del que te consideras parte, ha terminado?

- Yo lo espero de todo corazón, porque mi condición de exiliado se dio a partir de la catástrofe que siguió a la presidencia interrumpida de Cámpora y todo lo que vino después. Además, todos mis amigos saben que cuando fui la última vez y me quedé tres meses, antes de que Cámpora ganara las elecciones, estuve en contacto con el ala izquierda del peronismo porque encontraba que allí había un montón de gente inteligente, trabajadora, con ideas, que podía incluso iniciar un proyecto ideológico que aún falta en la Argentina. Cuando me marché del país les dije a mis amigos que habían ido a despedirme a Ezeiza, que regresaría en el mes de septiembre para quedarme un tiempo largo en la Argentina, estar allí y trabajar con ellos. Naturalmente, los hechos posteriores y las Tres A me cerraron el camino. La triple A me hizo llegar a París un desafío a que volviera. Y como ya lo he dicho muchas veces, tengo buena fama de loco pero no de idiota, de manera que hubiera sido estúpido ir a que me vaciaran una pistola en el estómago, cosa que hubieran hecho inmediatamente.

- ¿Cómo ves ahora tu viaje a la Argentina donde hay tanta gente.sobre todo los jóvenes, que tienen ganas de verte, de preguntarte cosas porque te leen y estudian tu obra?

- Eso va a ser muy hermoso. Ya lo he comprobado en los viajes anteriores cuando me iba encontrando con las nuevas generaciones, con jovencitos llenos de entusiasmo por la ideas, la literatura, los sueños y una vida mejor. Me imagino, porque ya lo viví, las conversaciones en las calles, en los cafés, en casas de amigos, en los centros culturales. Tengo esa sensación maravillada, mezclada con un poco de miedo frente a la posible invasión, porque naturalmente voy a quedar mal con todo el mundo ya que no podré contestar todas las preguntas, ni ver a todo el mundo, ni estar en todos los lugares, ni hacer todo lo que me pedirán tal vez que haga. Pero, frente a este viaje, no tengo una sensación de regreso, sino simplemente la alegría de saber que voy a poder entrar al país sin dificultades de tipo personal y volver a tomar contacto con lo que ha sido mi mundo en mi juventud y en el comienzo de mi madurez.