domingo, 12 de febrero de 2012

Malvinas: sin secretos


El informe Rattenbach

Por Daniel Cecchini

La decisión de desclasificar el Informe Rattenbach sobre la guerra de las Malvinas, anunciada por Cristina Fernández de Kirchner, es una contribución invalorable para clarificar el debate y los discursos montados alrededor de uno de los episodios más trágicos de la historia argentina reciente. Ocurre en un momento en que el firme reclamo por la recuperación de las islas –reiterado una vez más por el Gobierno Nacional– debe estar despojado más que nunca de connotaciones de patrioterismo barato y de estúpidas o interesadas reivindicaciones de una aventura belicista cuyo objetivo último no fue recuperar el archipiélago sino montar una guerra para perpetuar una dictadura cívico-militar que se venía cayendo a pedazos.
Ninguno de los sucesivos gobiernos de la democracia recuperada en 1983 tuvo interés o se atrevió a revelar este documento secreto, en algunos casos por temor a empañar la validez del reclamo de soberanía sobre las Malvinas con las aberraciones políticas y militares que desnuda el Informe, y en otros por no cuestionar a una corporación militar que se mostraba todavía irritable y amenazante.
A pesar de ello, el acceso al contenido del llamado Informe Rattenbach no estuvo totalmente vedado a los argentinos. En noviembre de 1983, la revista Siete Días –de editorial Abril– dio a conocer algunos de sus aspectos más salientes en dos ediciones sucesivas. En 1988, el Informe fue filtrado a un grupo de ex combatientes, quienes lo publicaron en un volumen que tuvo escasa difusión.

Las responsabilidades de la guerra. El 2 de diciembre de 1982, la última junta de la dictadura, mediante un decreto secreto, creó una comisión integrada exclusivamente por militares para que analizara y evaluara “las responsabilidades de quienes integraron la Junta Militar y el Poder Ejecutivo Nacional, en cuanto hace a la conducción política y estratégico militar del conflicto bélico del Atlántico Sur”. Los designados fueron el teniente general (R) Benjamín Rattenbach, el general de división (R) Tomás Sánchez de Bustamante, el almirante (R) Alberto Pedro Vago, el vicealmirante (R) Jorge Alberto Boffi, el brigadier general (R)) Carlos Alberto Rey y el brigadier mayor (R) Francisco Cabrera.
La comisión presentó su informe final en septiembre de 1983. Estaba dividido en cinco partes: Introducción, Antecedentes del conflicto, Evaluación y análisis crítico, Determinación de las responsabilidades y Experiencias y enseñanzas.
Sus conclusiones eran lapidarias. “En resumen, la falta de una apreciación correcta e integral del conflicto en todas sus alternativas y dinámica, originó la carencia de una estrategia general que integrara la conducción parcial en los distintos niveles: Político, Militar, Económico y Psicológico/social. Todo ello se vio acentuado por la inexistencia de un organismo con adecuada organización y capacidad para la conducción de la guerra y con unidad de criterios y de esfuerzos. La prescindencia del empleo de los organismos específicos disponibles se sumó a lo expuesto y provocó, en definitiva, que todo el país, en modo alguno interviniera en el conflicto como ‘una nación en armas’”, se señalaba en el Capítulo 8, titulado “Las causas de la derrota”. Decía, también: “La carencia de un adecuado adiestramiento para la acción conjunta se tradujo en la falta de la necesaria unidad de comando y de la imprescindible coherencia de las operaciones interfuerzas, actuándose, prácticamente, en compartimientos estancos, sin la debida integración y convergencia de esfuerzos. Todo ello agravó las vulnerabilidades orgánicas, la relación del poder de combate desfavorable, la instrucción y equipamientos deficientes de las unidades desplegadas en las islas, y los errores, omisiones y fallas de la conducción del combate en los distintos niveles”.
El Informe concluía: “La oportunidad LIBREMENTE FIJADA POR LA JUNTA MILITAR PARA LA RECUPERACIÓN DE LOS ARCHIPIÉLAGOS DEL ATLÁNTICO SUR (las mayúsculas son del Informe) benefició fundamentalmente al enemigo”.
Causas concurrentes para la derrota. Al analizar las fallas cometidas en la decisión de invadir el archipiélago y luego en la conducción de la guerra, el Informe destacaba: “En primer lugar, es necesario señalar que el estado general del país, en el momento de tomarse la decisión de ocupar las Islas Malvinas, no era el más adecuado para enfrentar un hecho político internacional de tal naturaleza”. A continuación describía como causas concurrentes de orden interno: “a) la crisis socio-económica reinante con un país postrado por problemas acuciantes de este orden; b) la situación política interna, que, como consecuencia de lo expresado en el inciso anterior, se hallaba altamente sensibilizada, con movimientos políticos y sindicales internos que alteraban la paz social y ejercían una considerable oposición al gobierno. Todo ello, a la hora de la victoria, hubiese sido superable, pero se debió tener en cuenta que, a la hora de la derrota, significarían una grave convulsión de todo orden y el fin del Proceso de Reorganización Nacional”.
En cuanto a la situación de la Argentina en el contexto internacional, los autores del Informe consideraron que “si la situación externa hubiera sido favorable para el objetivo nacional de reconquistar los archipiélagos australes, la oportunidad para realizarla habría sido acertada. Pero no fue así, ya que: a) las autoridades nacionales eran duramente atacadas, particularmente por el problema de los derechos humanos, lo cual debilitaba sensiblemente el frente externo; b) la República Argentina se hallaba sancionada por los EE.UU., con embargos a sus importaciones de armamentos, lo cual limitaba su libertad de acción pata equiparse y modernizar adecuadamente sus pertrechos militares; c) las relaciones con el Tercer Mundo / No Alineados no pasaba por un buen momento, habida cuenta de ciertos problemas recientes que habían generado oposición en estos foros; d) la vigencia del conflicto Austral, con su indudable importancia”.
En el plano estrictamente militar, Rattenbach y el resto de los integrantes de la comisión evaluaron los problemas que se enfrentaban al decidir la fecha de la invasión. Su enumeración desnuda la incapacidad de las Fuerzas Armadas argentinas al embarcarse en el conflicto: “a) el equipamiento de las FF.AA. no se había completado aún. Como ejemplo, merece destacarse el material Super Etendard-Exocet que quedó en los muelles de Marsella, al ser alcanzado por un embargo a las exportaciones de armas por parte de Francia, poco antes de su embarque con destino al país; b) no se dio tiempo a las FF.AA. para preparar y adiestrar sus medios en forma adecuada. El Ejército no había concluido la baja de la clase 1962 y acababa de incorporar a la clase 1963; c) se eligió el peor momento del año en cuanto a sus condiciones climáticas, ya que las tropas propias no estaban debidamente equipadas ni adiestradas para soportar un asedio prolongado en las islas. Era también la peor estación para permitir operar adecuadamente a la Fuerza Aérea (pocas horas de luz diurna, techos bajos, nieblas, lluvias, etc.)”.
En poco tiempo más, el Informe completo estará a disposición de todos los argentinos interesados en conocer a fondo en qué consistió la delirante aventura bélica de recuperar por la fuerza las Malvinas. Será una contribución para que el justo reclamo por la soberanía de las islas no sea ensuciado por discursos patrioteros que insisten en exaltar una épica bélica que jamás existió.

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