viernes, 6 de abril de 2012

Luciana Peker: Los puntos sobre el femicidio


Pasos perdidos. Entre el lunes y el martes se empezará a cerrar un texto de consenso en los distintos bloques de diputados y diputadas para imponer en el Código Penal la figura del “femicidio”, el neologismo que describe los crímenes machistas, esos en los que las mujeres son asesinadas por ser mujeres. Extender el agravante del vínculo para que también caiga sobre ex maridos, novios o ex novios y proteger a las víctimas de violencia de género durante el proceso de denuncia son algunas de las novedades que podrán empezar a convertirse en ley.


Por Luciana Peker


La palabra femicidio no está en el diccionario. Pero podría ubicarse en el Código Penal si avanza en Diputados una reforma propuesta por las comisiones de Legislación Penal y Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia. Todavía no está consensuado el texto definitivo. Una posibilidad es que se configure el delito de femicidio y otra es que no se inaugure un nuevo delito, pero que la violencia de género se sancione de manera más clara y equitativa para todas las mujeres. Por ejemplo, una de las reformas posibles es que se considere un crimen agravado por el vínculo no sólo el del marido sobre la esposa, sino también la de un hombre que fue el novio, cónyuge o ex pareja de la víctima.


Aunque todavía no hay un texto definitivo para esta reforma del Código Penal, sí es notable la celeridad con la que las comisiones debatieron los proyectos. El lunes y martes que viene se va a reunir un conjunto de asesores para consensuar entre los bloques un proyecto conjunto. Si el proceso sigue su marcha se podría tratar el miércoles 11 en la Cámara baja para luego pasar al Senado.


Pero, más allá de las fechas, el debate sobre las nuevas sanciones a los crímenes de las mujeres por ser mujeres está instalado en la agenda parlamentaria y tiene el pulgar levantado para generar mayor conciencia a través de nuevas normas. El diputado Oscar Albrieu (FPV) y presidente de la Comisión de Legislación Penal confirma el adelanto de Las12: “Sin dudas creemos que esta iniciativa será ley próximamente, dado que hay un gran compromiso del Frente para la Victoria (FPV) con esta terrible realidad. Es muy importante el consenso al que pudiéramos arribar con los demás bloques, dado que es un tema que requiere de todas las voluntades políticas”.


“Va a salir por unanimidad”, proyecta Gustavo Ferrari, diputado referente de Francisco de Narváez y con una larga trayectoria de proyectos presentados por violencia de género, como la creación del abuso psicológico, la figura de femicidio, la prohibición de obligar a la víctima de violencia doméstica de carearse con el imputado, la creación de un subsidio para víctimas y la utilización de un botón antipánico en el caso de que un maltratador rompa la exclusión impuesta por la Justicia. Ferrari enfatiza: “Diez años es lo que tarda en promedio una mujer para reconocer y denunciar la violencia de género que padece. Muchas otras nunca logran hacerlo. Terminan tolerando y naturalizando la violencia hasta el punto de justificarla y sentirse culpable. De ellas, 282 han muerto el año pasado a manos de un hombre. Un aumento del 36 por ciento en sólo cuatro años es la triste cifra que confirma los preanuncios de que en nuestro país se ha convertido en ‘epidemia’, tal como califica la ONU”.


El debate va más allá de la letra chica de una nueva normativa: ¿Si una mujer es la novia de un asesino no se considera que su relación agrava el asesinato? ¿Un hombre que mató a la madre de sus hijos puede tener su patria potestad o tenencia? ¿Una mujer que fue golpeada o insultada merece una indemnización económica? ¿Qué pasa con los chicos y chicas que vieron cómo mataban a sus mamás frente a sus ojos? Las preguntas son muchas. Las respuestas y las distintas posturas también.


“Consideramos necesario y urgente legislar sobre el femicidio vinculado porque responde a una realidad social que viene produciéndose cada vez en mayor medida en la Argentina. Se pretende legislar como un agravamiento del tipo penal básico de homicidio. No se considera relevante al momento de legislar sobre el femicidio haber contraído matrimonio, sino que también se incluye a quienes ‘mantienen o han mantenido una relación de pareja’ porque la violencia y gravedad no son diferentes en uno u otro caso”, explica Albrieu.


La condena al cachetazo, la indiferencia, la amenaza o la tortura es unánime. Pero hay distintas posturas sobre cómo evitarlo y condenarlo. La abogada Perla Prigoshin, titular de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género (Consavig) sentencia: “Es indispensable que se incorpore la figura del femicidio en el Código Penal pero no estoy de acuerdo con establecerlo como un agravante del homicidio. De ese modo siguen invisibilizándonos a las mujeres, aun cuando nos matan. El dictamen aprobado por las comisiones de Penal y Familia de la Cámara de Diputados está muy lejos del texto elaborado por la Consavig. El grupo que coordiné y que estuvo integrado, entre otras personalidades, por Carlos Rozanski, Garrigós de Rébori, Fernando Ramírez, Enrique Stola, Fabiana Tuñez y Sandra Fodor, acordó unánimemente que el ‘femicidio’ es un delito contra la vida pero también contra la igualdad, motivo por el cual incorporamos un capítulo nuevo en el Código Penal. Una de las consecuencias fundamentales de crear ese capítulo es que al femicidio no se le aplicarían los atenuantes que actualmente utilizan algunos/as magistrados/as para sentenciar a los femicidas a poco tiempo de prisión, por ejemplo, que la mujer tenía una relación extramatrimonial, que el vínculo familiar estaba desquiciado y el ‘pobre hombre’ fue víctima de una emoción violenta o alguna de las otras excusas aberrantes extraídas de los argumentos más machistas que atraviesan el sistema patriarcal”. “Creo que la inclusión del femicidio en el Código Penal es importante, pero no es la solución del problema. Si éste no se atiende desde otras perspectivas, puede derivar en que la ley se convierta en letra muerta”, sostiene Mariana Berlanga, investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en donde el año pasado se tipificó el femicidio.


El 3 de abril de 2012, Carolina Farías, de 29 años, cayó de un balcón en Lomas de Zamora, presuntamente arrojada por su novio, y se salvó por chocar antes con un tinglado y el techo de un auto. La madre de la víctima admitió que la familia “sabía de los maltratos”, pero –defendió la inacción social– que la joven “está enamorada” de su novio, Pablo Takat, de 44 años, quien se encuentra detenido. Todavía no se trata de un femicidio. Pero sí de una vida que corre peligro y que demuestra que, más allá de las leyes, las redes sociales, la contención a las víctimas y la no naturalización del temor como sinónimo de amor son la lucha fundamental para que las mujeres no sigan cayendo bajo la confusión de violencia por amor. Ni sus hijos o hijas.


“Una nueva modalidad de violencia se está abriendo paso: el homicidio de un tercero como medio para perjudicar a una mujer con quien la víctima tenía un vínculo afectivo. Es el caso de Tomás Santillán, en Lincoln, pero es también el de 12 mujeres –de entre tres meses y doce años– y 28 niños y hombres que La Casa del Encuentro ha identificado durante 2011”, advierte Ferrari.


La abogada y diputada porteña María José Lubertino pide que se incorpore la figura de femicidio pero alerta sobre la falsa ilusión de cambiar el Código Penal para que nada cambie. Ella cree en cambiar la mano y no en una mano dura feminista. “Considero relevante la incorporación del femicidio. Pero soy defensora de un derecho penal mínimo –aclara– y de que no se estén haciendo reformas permanentes y parciales como ocurrió en la época de la ‘blumberización’ (las reformas pedidas por el padre del asesinado Axel Blumberg). Aunque venimos señalando la necesidad de modificar el estricto agravante de odio racial o religioso y ampliarlo a todos los casos de discriminación en los cuales deben estar incluidos aquellos casos en que hay discriminación u odio por pretexto de género o diversidad sexual.”


Sin levantar el Código Penal como una Biblia salvadora pero sin demonizarlo como herramienta, Prigoshin opina: “El drama de la violencia contra las mujeres merece un tratamiento exhaustivo que no se agota con la modificación del Código Penal. Nuestro anteproyecto contempla, además, la creación de un agravante para todos los delitos (robo, estafa, lesiones, etc.) que se cometan contra las mujeres por el solo hecho de serlo y tiene en cuenta a las otras víctimas del femicidio además de la mujer asesinada. A ese respecto hemos abordado la cuestión de la patria potestad de los hijos e hijas de la víctima como así también si existirá una reparación pecuniaria y en qué casos”.


La abogada Natalia Gherardi, directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) se opone a que se tipifique, específicamente, el femicidio y considera que el Código Penal no previene ningún delito. Sin embargo, conoce el trabajo que se está realizando en la Cámara de Diputados y lo considera positivo por su compromiso y celeridad. Además, sostiene que se acercaron posiciones y que la palabra femicidio podría figurar como entidad política, pero no como un nuevo invento penal. El ELA concuerda con los borradores que, hasta ahora, se manejan en comisiones. “En los términos en que están discutiendo la reforma del Código Penal no nos oponemos. No están creando un tipo penal autónomo que se llamará ‘femicidio/feminicidio’ como sugerían algunos/as legisladores/as, están trabajando sobre la idea de mejorar la redacción de los agravantes y lo planean ampliar a parejas de hecho o matrimoniales, actuales o pasadas. También están proyectando ampliar el agravante de crimen de odio para incluir ‘de género’ y nos parece muy adecuado”, acuerda Gherardi. Aunque pretende ir más allá de la letra escrita: “El Congreso además puede y debe mejorar el presupuesto destinado a las acciones de prevención contra la violencia, impulsar que se realicen encuestas a nivel nacional para conocer la real dimensión de los hechos de violencia e impulsar la creación e implementación de registros unificados de información”.


La tapa dura de la normativa no es la solución para ablandar los problemas sociales. “El Código Penal no sirve para prevenir delitos, sólo los castiga. Le pueden poner pena de muerte al femicidio y lo seguirá habiendo porque su existencia como problemática no depende de la dureza con que sea castigado. Es importante tener en cuenta esto para no caer en la demagogia punitiva”, remarca Marcelo Ricardo Pereyra, investigador sobre la mediatización de las violencias de género. “La lucha contra la violencia machista pasa más por un amplio programa de educación y sensibilización, que debe comenzar en la escuela primaria, que por poner penas más severas”, propone.


Mientras que, desde la batalla en el Congreso, Silvia Risko, presidenta de la Comisión de Familia e integrante del Frente para la Victoria del Frente Renovador de la provincia de Misiones, apuesta a la reforma: “Todo lo que podamos hacer para igualar al desprotegido, que sin ninguna duda es la mujer en la sociedad, vale la pena. Actualmente, el asesino tiene la posibilidad de apelar al estado emocional, al estado pasional, a los celos y nada justifica que mates a una persona. Se trata de hombres que son maltratadores y violentos y llegamos al Código Penal porque la última paliza termina matando a su mujer y queremos que no puedan alegar disminución de la pena por emoción violenta y que sean condenados a cadena perpetua”.


Luciana Peker
Fuente: Suplemento Las 12, 06/03/12
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Homenajes: Gustavo Roldán, Adiós al gran ilusionista chaqueño


Como un soplo de vida fue este gran autor, considerado uno de los máximos exponentes de la literatura infantil en Latinoamérica, con títulos como El monte era una fiesta y Los sueños del yacaré, entre otros de los más de sesenta libros que publicó.


Por Silvina Friera


¡Que lo tiró! ¡Qué tristeza de la gran siete! El lenguaje oral que él legitimó como ninguno es lo primero que viene a la mente: Gustavo Roldán murió a los 76 años. El escritor, el carpintero, el mago, el docente, ese gran ilusionista que dejaba pasmados a sus lectores, tenía una habilidad rotunda para engatusar con las palabras. Los cuentos que escuchó en el monte chaqueño, en Fortín Lavalle, de boca de los peones en las ruedas de mate, eran cuentos sin etiquetas fosilizadas: “Ni para chicos ni para grandes, para todos”. Lo pregonaba a viva voz con una ternura áspera que atravesaba sus pupilas. Y lo materializaba en sus textos; esas puertas abiertas a los sapos, los zorros, los quirquinchos, los tatúes, los piojos, los bichos colorados, los ñandúes, esa fauna tan entrañable de fabuladores y pícaros con sus trifulcas inverosímiles y encantadoramente absurdas. “El tatú miró para todos lados, después bajó la cabeza, cerró los ojos y murió”, se lee en uno de sus relatos, “Como si el ruido pudiera molestar”. “Muchos ojos se mojaron, muchos dientes se apretaron, por muchos cuerpos pasó un escalofrío. Todos sintieron que los oprimía una piedra muy grande. Nadie dijo nada. Sin hacer ruido, como si el ruido pudiera molestar, los animales se fueron alejando. El viento sopló y sopló, y comenzó a llevarse las penas. Sopló y sopló, y las nubes se abrieron para que el sol se pusiera a pintar las flores.”


Como un soplo de vida fue este gran autor, considerado uno de los máximos exponentes de la literatura infantil en Latinoamérica con títulos como El monte era una fiesta, Los sueños del yacaré, Historia de Pajarito remendado, Prohibido el elefante, Las pulgas no andan por las ramas, El día de las tortugas, El camino de la hormiga, Piojo chamamecero y El vuelo del sapo, entre otros de los más de sesenta libros que publicó. Roldán regresó una y otra vez sobre las innumerables perlas de la lengua que lo acunó desde que nació, el 16 de agosto de 1935, en Sáenz Peña, provincia del Chaco. De boca en boca y de oreja en oreja empezó el bautismo auditivo con esos primeros cuentos que escuchó durante su infancia, sin saber entonces que se los llamaban “populares”. El inmenso bicherío con sus pícaros y mentirosos y la luz mala eran los habitantes naturales de ese imaginario del monte. Lo que sueña extraño en la oralidad atolondrada y demencial de las grandes urbes –historias o expresiones de una riqueza infinita, que a veces suelen ser estigmatizadas bajo la petulancia de quienes esgrimen que eso huele a naftalina– era el barro en el que amasaría una obra que fagocitaba lo “silvestre” con esa cultura letrada, adquirida en la escuela primero y en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se licenció en Letras y fue docente.


En las colecciones de literatura infantil que dirigió –El Pajarito Remendado, Libros del Malabarista, Los Morochitos, Los Fileteados y Libros del Monigote, de Ediciones Colihue–, en los numerosos talleres de escritura y reflexión que ofrendó a lo largo y ancho del país, en los encuentros en bibliotecas y escuelas a los que asistía con el entusiasmo de quien va a una fiesta imperdible, el escritor no se cansó de predicar, junto con su mujer, Laura Devetach, que la literatura para chicos es literatura a secas. “Aspiro a escribir textos donde la cantidad de años que tenga el lector no sea más que un accidente como el verano o la lluvia o el frío”, afirma Roldán en un párrafo de su autobiografía. “Creo que los chicos entienden todo y quieren saber de todo. Desconfiar de su capacidad es desconfiar de la inteligencia, de la sensibilidad del otro. Y desconfiar de la capacidad de la palabra es, en última instancia, desconfiar de nosotros mismos. Podemos desconfiar de nosotros mismos pero, si jugamos en serio, las palabras siempre van a alcanzar.” Si sabía calcular qué palabras utilizar y el momento preciso para amplificar el asombro acústico y visual fue porque comenzó a “ensuciar papeles”, como le gustaba decir, alrededor de los veinte años. Durante veinte años más se fue entrenando en los campos empíricos de esa faena, cuyo horizonte era, por entonces, los adultos. El “hombre serio” que dijo haber sido abandonó la docencia en 1976 y rumbeó con su familia hacia Buenos Aires.


En esta ciudad que le gustaba frecuentar para ir al cine o al teatro, pero en la que nunca soñó que viviría, trabajó de carpintero. “A pesar de que hay una larga tradición en la que se desprestigia el trabajo manual, la carpintería es de una nobleza enorme: transformar un pedazo de madera en una mesa, una silla, una cama, es una experiencia muy linda”, recordaba el escritor. Los hijos a veces subvierten el destino de sus padres. A Roldán lo desafiaron. ¿Por qué no escribir esos cuentos que él les había contado? Además de los relatos tradicionales, el folklore que les transmitió de generación en generación, había un gran manantial de invenciones domésticas. El pater familias respiró hondo, despejó la maleza que sombreaba las piedras preciosas de su memoria, aceptó la prueba, agarró un lápiz y papel –era de los que escribía a mano la primera versión– y volvió a “ensuciar papeles” magistralmente. De ahí nació el primer libro, El monte era una fiesta, que se publicó en 1984. Y mitad carpintero, mitad escritor, la recepción de ese texto, que deleitó a chicos y grandes sin distinciones, alimentó la llama del entusiasmo; fue el empujoncito que necesitaba para continuar escribiendo. Pronto un puñado de premios confirmaría el acertado cambio de timón. Obtuvo el Tercer Premio Nacional de Literatura 1992, Segundo Premio Nacional de Literatura 1995, Diploma al Mérito Konex 1994, Beca del Fondo Nacional de las Artes 1995 para realizar la escritura de cuentos y leyendas de los indios tobas, matacos y guaraníes.


Roldán descubrió literalmente la magia en un circo de pueblo. Quiso ser trapecista o mago. Cometió la imprudencia de postergar para mañana lo que podía hacer hoy. Los años lo engañaron: creyó que ese deseo estaba anulado en el archivo empolvado de las empresas imposibles. A los 60 años se dio cuenta del embuste, de la puñalada trapera. Y cumplió en parte los sueños que soñó. La edad conspiraba para subirse al trapecio. Quizás el cuerpo también. La magia, en cambio, no tiene fecha de vencimiento. Y se anotó en una escuela de magia. Quien quiera echar una mirada, saborear su acento y apreciar uno de sus trucos puede hacerlo en la página web de la Audiovideoteca de Escritores. “El caminito marcado es seguro. La función del escritor es mover las piezas del tablero y empezar a armarlo de nuevo –subrayaba el escritor en una entrevista con Susana Itzcovich, sobre su pasaje de un humor picaresco a una ficción más poética y onírica en su libro Dragón–. El riesgo hay que correrlo. Por supuesto que me costó salir de la comodidad y meterme en la incomodidad de escribir otras cosas.” Aunque el desaliento amagara con ganarle la partida, el autor no perdía las esperanzas. “En un mundo donde se derrumban los valores, todavía –creo, quiero creer– quedan los libros como un baluarte de la dignidad. Un libro es una llave, es una puerta que puede abrirse, es una habitación donde se encuentra lo que no se debe saber, es un ámbito de conocimiento de la verdad y de lo prohibido, que deja marcas que después no se pueden borrar”, señaló en el Congreso Mundial de Bibliotecas e Información IFLA 2004.


No es la literatura infantil la que está de luto y aprieta los dientes. Los lectores de ese gran escritor que supo encantar a niños y adultos con sus relatos sencillos, luminosos e inteligentes confían en que el viento soplará para llevarse las penas. La indeleble magia de los libros de Roldán es una puerta siempre abierta.


Silvina Friera
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/

Homenaje de Carta Abierta Francia a Eduardo Luis Duhalde


La Muerte no duele, pero sobrevivir, sí


Por María Lagrange

Miembro de Carta Abierta Francia


“La memoria, no es el simple recuerdo. Es la resignificación de ese recuerdo, analizado en todas sus implicancias y en vistas a la construcción del presente y del futuro, como los elementos constitutivos de ese período de horror, que tenemos que lograr que sea comprendido por nuestras generaciones y las sucesivas, para que el “nunca más” no sea simplemente una petición de principios o una consigna, sino para que en Argentina no vuelva a suceder”. Eduardo Luis Duhalde


Murió en Buenos Aires a los 72 años, Eduardo Luis Duhalde, designado en la Secretaría de Derechos Humanos por el gobierno de Néstor Kirchner, en 2003, y ratificado por la presidenta Cristina Fernández en 2007 y 2011. Fue uno de los artesanos de la Patria de Derecho que está forjando la Argentina desde el 2003 y personalidad clave, en la construcción del pilar central del proyecto Nacional y Popular que coloca a los Derechos Humanos en el centro de su fundación con los juicios por la verdad, la memoria y la justicia .


En Argentina cuando se dice “Nacional”, se refiere a la descolonización cultural, política y económica de nuestro territorio, y como “Popular” se entiende el objetivo de inclusión fraterno y solidario de todos los miembros de la Nación. El virreinato, retoño de la monarquía, estaba fundado en un estado de privilegios y castas que utilizaba una justicia discriminatoria y de indultos, sin miramientos a la condición humana, aplicando abusos y arbitrariedades a las personas. La revolución de 1810 funda el Estado de derecho, igualitario y libre que constituye la guía y el lineamiento del pensamiento argentino independiente.


Diseñar una visión universalizada de los Derechos Humanos, de modo que abarque todas las áreas del hombre, la mujer y sus niños, requiere el trabajo arduo y meticuloso de orfebres de la justicia, pero también de la memoria. Y si algo es intachable en la trayectoria de este compañero, es su lealtad ideológica a los valores que lo formaron en su temprana juventud como militante, en los espacios de lucha que compartió con Ortega Peña, como los que él mismo creó desde su dolor de sobreviviente, donde esta noción fundamental de la República fue la idea madre del diseño de Justicia.


La Justicia es entonces, un valor de la humanidad, y como tal es un concepto, solo que a la hora de bajar las anclas y aplicarlo en la sociedad, toda la historia personal cobra un sentido sustancial, ya que es el genio del oficio de jurista y filósofo del derecho que le dará forma humanizada al arquetipo, pero es el militante de terreno, el hombre de combate, el sobreviviente, el que verterá la ética en cada acto cotidiano, en cada reglamento, en cada norma, en cada protocolo, guiado por su memoria del combate por el mundo en el que queremos vivir. ¡Cuántas veces se borra con los codos en el terreno cotidiano, lo que costó vidas conseguir en el terreno del concepto!


Una Secretaría de Derechos Humanos, puede ser un conjunto de puestos y oficinas del Estado que trabajan bajo un orden ya establecido, pero en las manos de Eduardo Luis Duhalde fue mucho más que eso, fue un instrumento político de alta creatividad social. En sus manos, fue un medio de injerencia en los espacios culturales más oscuros y sórdidos de nuestra civilización, donde las víctimas allí abandonadas desde hace siglos, ya no soñaban ni remotamente un rescate. El abogado estuvo allí, penetró los estratos temibles de la condición humana, refutó la idea de imposible, la idea de impenetrable, de zona, e iluminó la conciencia social aportando rescate. Rescatar es un acto heroico, dignifica a toda la sociedad y dignifica al rescatado que se convierte a su vez en digno de ese rescate. Salvar a otros es el acto más noble de nuestra especie y solo es posible cuando se ama a la humanidad, cuando se honra la vida como él supo hacerlo.


Sobrevivir es una responsabilidad. La memoria de los caídos y las víctimas del terrorismo de Estado, es el deber que se autodesignan quienes conjugan tozudamente los verbos en ¡Presente! Continúan las postas, bregan, piden, escuchan, preguntan, averiguan, analizan, reflexionan, interpretan, corroboran, contra viento y marea. Viven y reviven las historias, las amasan, las trabajan, las estacionan, las retoman, hasta constituir una masa compacta de sentido, homogénea, coherente, única: la verdad. ¿Qué buscan? Justicia. ¿Qué crean? Memoria.


Desde el pensamiento de Eduardo Luis Duhalde, es el concepto de la figura de la víctima que cambia radicalmente en los estrados de los tribunales argentinos. Por ende también cambió el rol del Estado al que se le atribuyen obligaciones hacia la persona. Dejando de ser esta condición una deshonra para la persona, se fortalece la figura del testigo, y del testimonio de la víctima. La más afectada por este cambio es la condición femenina que desde el 2003, el Gobierno Nacional y los distintos Poderes del Estado Nacional impulsaron diversos instrumentos legales para combatir la trata de personas y asistir a sus víctimas. Entre ellos, la Ley 26.364 de Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas, sancionada en 2008; la promulgación del Decreto 936/2011 de Erradicación de la difusión de mensajes que estimulen o fomenten la explotación sexual; la creación de la Oficina de rescate y acompañamiento a las personas damnificadas por el delito de trata; y la aprobación de la resolución 742/2011 que instrumenta el Protocolo de actuación de las fuerzas federales para el rescate de las víctimas de trata de personas.


Con Eduardo Luis Duhalde se escurren entre los dedos todos los tiempos de verbo. Sucesos del pasado, acción en el presente y construcción del futuro, se vuelven artificios de la gramática a la hora de ordenar la labor de este hombre gigante del coraje y el amor. Despido a este entrañable compañero desde lejos, desde donde lo conocí, el saludo cordial en las diversas reuniones y conferencias en la Embajada Argentina en París. Lo recuerdo pausado, sutil, cuando en el 2006 la Embajada se agitaba palpitante, reuniendo todas las familias del exilio para homenajear la memoria condecorando a los justos franceses que contribuyeron con los Derechos Humanos en Argentina. Lo recuerdo también en la UNESCO, donde lo vi por última vez, en el premio que se le otorgó al trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo. Conservo de él su imagen amable, su inmensa discreción y la incontestable fuerza moral de sus palabras.


París, 4 de abril de 2012
Fuente: www.cartaabiertafrancia.wordpress.com/  

miércoles, 4 de abril de 2012

Homenajes: Eduardo Luis Duhalde


El bronce que sonreía


Por Mario Wainfeld


Cuando alboreaban los ’70, Eduardo Luis Duhalde era un “bronce”. Defensor de presos políticos, docente, historiador revisionista. Para los abogados jóvenes, era una referencia, un modelo a imitar. Los libros que escribía junto a Rodolfo Ortega Peña eran material de consulta y debate entre la ávida militancia de la época. Ya que de “Militancia” hablamos, tal fue el nombre de la revista política que, en tiempos del tercer gobierno peronista, lo fustigaba y también marcaba distancia con “la gloriosa JP” y a todos los “corría por izquierda”. Era una publicación radicalizada, bien escrita, pletórica de sarcasmos, potente, adictiva aun para quienes discrepaban con su línea editorial.


En aquel entonces debía tener un motorcito propio para atender el estudio junto al Pelado Ortega Peña, mantener a pulmón una revista semanal, rolar dando charlas por donde se le requiriera, seguir “en la profesión” y jamás dejar de estudiar o de escribir.


Lo reconocían propios y extraños. Tan era así que la dictadura lo privó de sus derechos ciudadanos e “incautó” su patrimonio. Una suerte de “muerte civil”.


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Fue al exilio, luchó siempre por los derechos humanos. Se constituyó en una referencia, un anfitrión y un cicerone para Madres y Abuelas que salían de la Argentina, por primera vez casi todas, para hacer conocer las tropelías del terrorismo de Estado.


Fue también juez, periodista. En 2003 Néstor Kirchner lo designó secretario de Derechos Humanos, cargo que ejerció hasta ayer. El ex presidente lo eligió con la perspicacia simbólica que lo movió a proponer a Eugenio Raúl Zaffaroni como integrante de la Corte Suprema, en reemplazo de Julio Nazareno. Trayectorias de enorme coherencia, representatividad ganada como defensores de valores innegociables. Iconos, sin quererlo acaso. Y ¿por qué no decirlo?, al nombrarlos Kirchner añadía un bonus: el desafío a la cerril derecha argentina que sólo les reservaba la excomunión.


Terminó su carrera como funcionario. Seguramente no lo hubiera imaginado años antes. Agradecía a la vida haberle dado la posibilidad de llegar a ese cargo y de vivir las circunstancias que transcurrieron desde 2003. Secretario de Derechos Humanos en la etapa en que puso fin a las leyes de la impunidad, casi nada.


Fue un intelectual voraz y polígrafo. Un historiador con las antenas siempre alertas. Hasta en los años más recientes le robaba horas al sueño para seguir escribiendo.


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Hombre de convicciones firmes, tenía dotes de componedor. Debió ponerlas a prueba cotidianamente en la Secretaría. Es que los objetivos comunes y formidables de los organismos de derechos humanos no son un obstáculo para la existencia de internas y resquemores. Sabía conciliar, se hacía querer.


Era un buen conversador. Lo adornaban una sonrisa amplia, el sentido del humor que suele embellecer la inteligencia, condimentado con una socarronería digna de mención.


En los ’70 resultaba el Eduardo Duhalde más conocido. Con el regreso de la democracia, “tomó estado público” un tocayo muy conocido: Eduardo Alberto Duhalde, quien fuera gobernador bonaerense, vicepresidente y presidente. En los círculos de iniciados cundió la costumbre, tan burlona como certera, de motejar “Duhalde, el bueno” a Eduardo Luis. Lo era, aunque tenía espolones.


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El cronista lo miraba de “abajo” en los primeros ’70, apenas recibido de abogado. Subrayaba los libros, lo escuchó “n” veces. Después pudo conocerlo personalmente, más de cerca. El bronce sonreía, era el mismo tipo. Siempre fue el mismo, comentaron ayer Estela Carlotto y Esteban Righi, que lo conocieron mucho.


Cuando se recorren tantos espineles, durante décadas, se acumulan polémicas, cuestionamientos. La gestión pública es fértil en ese sentido. Nadie escapa a eso, nadie está de acuerdo permanente con nadie durante, digamos, medio siglo. Pero el promedio, la trayectoria lo colocan siempre de un mismo lado: batallando, dispuesto a propagar sus ideas.


En tiempos encalmados (los actuales lo son aunque usted no lo crea) cualquier cacatúa hace alarde de coraje o de pertenencia. Muchos se colocan en el primer lugar de la fila, pese a haber llegado un ratito antes. Eduardo Luis Duhalde era un ejemplo polarmente distinto. Luchador, militante popular, perseguido y odiado por dos dictaduras, consecuente del principio al fin. Lo suyo se edificó en décadas, con variantes porque la historia nacional las tuvo, pero sin claudicaciones.


Se fue respetado y querido. Se lo ganó palmo a palmo. Difícil reemplazar personajes así, imposible olvidarlos o dejar de agradecerles, así sea en unas pocas líneas.


Mario Wainfeld
mwainfeld@pagina12.com.ar
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/

domingo, 1 de abril de 2012

El Informe Rattenbach completo




Malvinas: la prensa gráfica y la pauta publicitaria de la dictadura


Los principales diarios y revistas de la Argentina ajustaron su línea editorial a la propaganda que el gobierno de facto publicaba en sus páginas con el objetivo de sostener el conflicto bélico en el archipiélago.
Por Tiempo Argentino
Al cumplirse 36 años de la última dictadura, ya no quedan dudas de la complicidad civil que los principales medios gráficos de la Argentina desplegaron desde sus páginas, en apoyo al régimen militar. La misma lógica utilizaron seis años después del golpe para la cobertura periodística de la última “aventura” de los genocidas: la Guerra de Malvinas.
A las ya conocidas campañas mediáticas en radio y televisión que agitaban la recuperación de las islas, se sumó el respaldo económico que el Estado asesino otorgó a la prensa gráfica en concepto de pauta publicitaria. A cambio, por supuesto, de sostener una línea editorial acorde a sus intereses propagandísticos.
Este acuerdo se ve con claridad al repasar las publicaciones de mayor circulación de la época, como los diarios Clarín, La Nación y La Razón; y las revistas La Semana –de editorial Perfil–, Somos y Gente –ambas de editorial Atlántida– entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, período en el que se extendió el conflicto bélico que terminó con la vida de 649 argentinos.
No es casual que los tres diarios que se aliaron con las tres armas para apropiarse ilegalmente de Papel Prensa hayan sido, a su vez, los máximos beneficiados de la propaganda militar.
Clarín, por ejemplo, el 4 de abril de ese año publicó un aviso del Banco de la provincia de Buenos Aires que rezaba: “Las Malvinas, liberadas. Hoy como ayer, presentes para servir a la causa de la Patria.” Una semana después, el 12 de abril, una nueva solicitada del gobierno bonaerense anunciaba la creación de un fondo patriótico, bajo la consigna “Las Malvinas necesitan nuestra ayuda”, con el supuesto fin de “contribuir al mantenimiento de la reconquista de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y para consolidar el desarrollo socio-económico de esas regiones”.
Al mismo tiempo, el Banco de la Nación Argentina invitaba a una misa para “orar por los caídos en el conflicto del Atlántico Sur y por quienes continúan en la lucha y por la paz en América”.
Cuando ya había pasado más de un mes del inicio de la guerra, palabras como “coraje”, “victoria” y “futuro” se repetían con insistencia en las páginas del diario de Noble y Magnetto. Se trataba de toda una campaña publicitaria oficial, ilustrada por dos manos con los pulgares en alto, cuyo eslogan era: “Argentinos a Vencer. Cada uno en lo suyo, defendiendo lo nuestro.” La misma serie se fue publicando en el resto de la prensa gráfica.
El lunes 10 de mayo, otro aviso sostenía: “En esta lucha los argentinos vamos a escribir la última palabra: victoria, porque somos 28 millones de soldados y porque nunca perdimos una guerra.”
El 12 de mayo se sumaba otro eslogan: “El enemigo está peleando por su pasado y nosotros por nuestro futuro.”
En La Nación y La Razón, la metodología fue la misma. La propaganda militar aparecía casi siempre los mismos días que en Clarín, con idéntico tono patriótico y pro bélico.
Una de esas publicidades, publicada en tamaño gigante por los tres matutinos, apareció el 4 de mayo, apenas dos días después de que los ingleses hundieran el buque General Belgrano, donde murieron 323 personas.
Paradójicamente, con cinismo, el aviso afirmaba: “Ya estamos ganando, porque estamos haciendo de cada lugar de trabajo un puesto de combate. Porque por fin y para siempre, somos una sola fuerza.”
Otro aviso de exaltación bélica se sintetizó con el lema: “Ganemos la batalla en todos los frentes.” En la imagen se observa a un taxista levantando su pulgar y proclamando: “Mi responsabilidad es seguir trabajando como todos los días. Yo soy el único argentino que, bajando la bandera, defiende la soberanía.”
Con similar lógica, el 14 de mayo apareció otro anuncio oficial en La Razón, donde se mostraba a un mecánico arreglando un auto –un Falcon– con la frase: “Mi puesto de combate es mi lugar de trabajo. En estos momentos apretar una tuerca es tan importante como apretar el gatillo.”
La misma campaña se repitió en las revistas Somos, Gente y La Semana, donde además se sumaba el apoyo de empresas privadas a la “causa” Malvinas.
La agencia del publicista Gabriel Dreyfus sacó un llamativo aviso a 12 días de haber comenzado la guerra, donde pedía a la población no comprar dólares porque “en momentos como éste debemos saber que los padres de la Patria también somos nosotros (…) y todo acto especulativo es una traición a quienes han dado la vida por ella.”
Al lado del aviso, el propio Dreyfus explicaba el objetivo de la arenga: “Tenemos la intención que este mensaje tenga un contenido patriótico. Queremos señalar la contradicción que existe en la persona que se pone una escarapela y a la vez compra dólares o inclusive libras esterlinas.”
El apoyo del sector privado, ya sean empresas, sindicatos o cámaras, también se vio en los diarios más importantes del país a lo largo del conflicto bélico.
En La Nación del 8 de abril, la automotriz Citroën decidió dar un firme y absoluto espaldarazo a las acciones de Malvinas. “Respaldo a la alegría. Respaldo concreto, con todo nuestro potencial industrial y tecnológico, a cualquier necesidad que exija el mantenimiento de nuestra soberanía”, resumía el anuncio.
Lo mismo hicieron, en días sucesivos, el Sindicato del Seguro, la extinta tienda Harrods –que decía adherir “al Gran Momento Nacional”–, la CGT y la Cámara de Comercio Franco-Argentino, entre otras entidades.
En Clarín, las firmas privadas dijeron presente con intensidad. El Laboratorio Roemmers anunciaba que “no habrá pausa en el esfuerzo para asegurar la provisión de los medicamentos que el país y sus combatientes necesitan”.
La gaseosa Crush decidió “donar el 10% de la venta de Naranja Crush” y Prácticos Río de La Plata afirmaba: “Hoy no podemos festejar ni llorar. Sólo apretar los dientes con fervor irrenunciable del ideal de Patria.”
McLean, una de las principales fábricas de heladeras del país, decía estar “haciendo fuerza por nuestras Malvinas como toda empresa argentina bien nacida”. Por su parte, un aviso de la yerbatera Taragüi agregaba: “Llegamos a las Malvinas para respetar una tradición: el té. Y para iniciar otra: el mate.”
En paralelo, el apoyo editorial de los medios hegemónicos a la trágica aventura bélica iba en sintonía con la pauta publicitaria oficial y privada que llevaron a sus páginas, ya sea a través de artículos de tipo informativo o notas de opinión.
El 3 de abril, Clarín tituló en su tapa: “Inminente recuperación de las Malvinas”. Pocas páginas más adelante, el editorial “La reconquista de las Malvinas”, sostenía: “Durante 149 años y 3 meses territorio irredento, las Malvinas fueron reintegradas ayer a la soberanía de la Nación (…) Las tropas argentinas (…) fueron a reparar la agresión antigua, siempre denunciada. A restaurar, junto con la soberanía sobre el archipiélago, el honor nacional. Esta acción de la política exterior reclama unidad nacional. Cada ciudadano en condiciones de hacerlo debe poner su grano de arena para que no sea preciso retroceder un solo paso a partir de lo actuado.”
Líneas después, se lee un fragmento que parece escrito por la propia Junta Militar: “Los intereses de los pobladores actuales de las Malvinas serán respetados, lo mismo que sus costumbres y sus formas culturales (…) Esa aproximación comenzó hace ya muchos años, con los servicios que la Argentina les brindó. Ahora no hará sino completarse y perfeccionarse.”
En un editorial del 8 de abril, titulado “La unidad nacional”, el diario de Magnetto dudaba de los argumentos propuestos por “la propaganda británica” que “ha presentado la operación reconquista de las Malvinas como obra de un gobierno dictatorial, el cual obraría en términos de expansión territorial”.
Al día siguiente, el mismo esquema discursivo se repite en el editorial “El caso del Herald”, que señala una especie de “campaña anti-argentina”, idéntica a la que el gobierno genocida había denunciado en los primeros años del régimen: “En estos momentos se registra en varias capitales europeas una campaña contra nuestro país, con epicentro en Londres, según la cual la reconquista de las Malvinas no es –como efectivamente ocurre– la consecuencia del sentimiento de todo un pueblo, sino la resultante de ‘las ambiciones expansionistas de un gobierno dictatorial’. Esta guerra psicológica ha sido refutada ya por los hechos, que son harto elocuentes, en el sentido de la cohesión popular en torno a la acción emprendida por las Fuerzas Armadas.” De esta forma, la línea editorial de Clarín borraba el límite que en sus páginas separa a las notas de los avisos falsamente exitistas del gobierno de facto.
Las opiniones del diario de Bartolomé Mitre siguieron el mismo sendero de connivencia explícita y lejanía con la realidad de una contienda bélica que se mostraba claramente negativa para la Argentina.
El 23 de mayo, en el artículo “Democracia no es colonialismo”, La Nación criticó a la primera ministra británica Margaret Thatcher por sostener que “la recuperación del enclave colonial de las Malvinas alegraría al mundo libre, porque Inglaterra representa a la democracia. Por contraposición, nuestro país sería el símbolo de la dictadura.”
Muy lejos está esta postura de la que en la actualidad despliega La Nación, donde reniega de todo intento de la Argentina por reclamar su soberanía sobre las islas. El mismo diario que en el ’82 apoyó una guerra temeraria hoy desestima el pedido de un gobierno democrático para que la Corona Inglesa se siente a dialogar.
En otra señal de sintonía extrafina con la propaganda de los jerarcas de uniforme, diarios y revistas también exaltaron el carácter “patriótico” de la experiencia, como plataforma para la continuidad del gobierno de facto.
El 11 de abril, luego de la asistencia masiva de gente en la Plaza de Mayo, en una editorial titulada: “Significado de una presencia colectiva”, el matutino de Mitre sostuvo: “Se ha producido una manifestación popular que habilita al Gobierno para forjar un tramo decisivo sobre el hecho cierto de que existe una unión nacional alrededor de la cuestión Malvinas.” Más adelante, agregaba: “La conciencia ciudadana se orienta hacia una nueva conjunción de anhelos, en el espíritu tradicional de ‘unión y libertad’.”
Ese mismo día, Clarín sacó la columna “Vox populi, vox dei”, donde aseguró que las multitudes se congregaron “para manifestar desde todos los rincones de la Patria el sentir de un pueblo que, cuando está reunido en torno a las grandes consignas nacionales, se siente invencible”.
Sobre el final de esa nota, mientras llegaba a su fin una dictadura que acabó con la vida de 30 mil argentinos haciéndolos desaparecer y de otros 649 enviándolos a la guerra, Clarín concluía que “Escuchar al pueblo. Tal parece ser la simple fórmula de la democracia.” <


La clave I
EDITORIALES
Durante el conflicto bélico en las islas, las columnas donde los diarios y revistas sentaron su posición editorial sobre el curso de la guerra iban en clara sintonía con la propaganda que la Junta Militar mandaba a imprimir en sus páginas.

La clave II
PRIVADOS
Al igual que sucedió con la publicidad oficial que pagaba el gobierno de facto, distintas entidades del sector privado también pusieron pauta en la prensa gráfica para dar su respaldo a la contienda armada. En muchos casos, mostraron un apoyo irrestricto. 

Dario Clarín - Héctor Magnetto
Durante toda la dictadura, el diario fundado por los Noble y manejado por Magnetto recibió una gran cantidad de avisos de la Junta Militar, con la que selló su alianza a través de la escandalosa adquisición de Papel Prensa. Cuando los jerarcas decidieron emprender la guerra, Clarín volvió a llenarse de avisos.

Diario La Nación - Bartolomé Mitre
Al igual que sus socios en Papel Prensa, la “tribuna de doctrina” se encuadró a la perfección con los intereses de la dictadura y recibió su propaganda. Y así como antes había celebrado el golpe y la llegada de Videla y Martínez de Hoz, en 1982 La Nación apoyó sin fisuras la campaña bélica en las islas del Atlántico Sur.

Revista La Semana - Jorge Fontevecchia
Con la Guerra de Malvinas, el magazine que precedió a la actual revista Noticias también se vistió de verde oliva y, junto a sus notas favorables al conflicto, publicó los avisos oficiales que exaltaban el patriotismo en clave bélica. La Semana era dirigida por Jorge Fontevecchia, actual CEO de Editorial Perfil.
 

Desde importantes empresas de todos los rubros, cámaras patronales, bancos, sindicatos e incluso entidades religiosas, a través de los avisos publicitarios, el sector privado argentino también respaldó y, en muchos casos hasta celebró, la campaña emprendida por los militares en Malvinas.
En algunas oportunidades, recurrieron a fórmulas publicitarias, arengas y slogans que, vistos con distancia histórica, rozan lo tragicómico.


Propaganda militar y periodismo en los años de plomo
La dictadura militar contó con el apoyo de varios medios de comunicación para el funcionamiento de su maquinaria publicitaria. Durante aquellos nefastos siete años, la difusión de propaganda del régimen nutrió las páginas de los diarios y revistas de mayor tirada, como Clarín, La Nación, La Semana, Somos, Para Ti y Gente.
La complicidad podía darse a través de una línea editorial en evidente connivencia con la Junta Militar o mediante la publicidad de organismos estatales y empresas privadas, como presentó la revista Veintitrés en su investigación del 22 de marzo de 2012.
El famoso slogan “Los argentinos somos derechos y humanos” aparecía auspiciado por el Banco de la Provincia de Buenos Aires.
La Dirección General Impositiva (DGI) desplegó una furiosa campaña contra los evasores en todos los medios, con una serie de spots gráficos y televisivos que invitaban a los ciudadanos a señalar a los infractores.
En los diarios se repetían los avisos del Comando en Jefe de la Armada y de los Estados provinciales bajo intervención uniformada. En ejemplares de La Nación, una doble página describía 15 obras de infraestructura y vivienda bajo el lema “Sobre la base de un pueblo sano construimos una Nación Fuerte”.
Con la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que se entrevistó con las autoridades de facto, los diarios se poblaron de comunicados y solicitadas que rechazaban una supuesta campaña internacional en contra el país.
Clarín publicó tres páginas llenas de firmas que expresaban su solidaridad nacional bajo el título “El testimonio de la Verdad”. Mientras, en los centros clandestinos los represores seguían aplicando torturas y vejámenes.
Con la llegada del Mundial de Fútbol, los diarios de los Noble y los Mitres imprimieron avisos del Ente Autárquico Mundial 78 y del Banco Central de la República Argentina, que vendía entradas para los estadios.
La compañía Ítalo Argentina de Electricidad también saludó la contienda deportiva, antes de ser despedazada por el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, conocido por acuñar el lema “Achicar el Estado es agrandar la Nación”.


Fuente: Tiempo Argentino, 1º de abril de 2012http://tiempo.infonews.com/

Una muestra de humor gráfico para conmemorar el aniversario de la Guerra de Malvinas


Por Viviana Ponieman


La exposición de humor gráfico en homenaje al 30 aniversario de la Guerra de las Malvinas, que se presentará desde el lunes próximo en el Museo Diógenes Taborda, reúne trabajos de humoristas de distintos países cuyo tema excluyente gira alrededor del conflicto en el Atlántico Sur.


La convocatoria a participar fue respondida por humoristas de 23 países, en una iniciativa del director del museo Jorge Volpe Stressens, para rendir a su vez tributo a Pepe Angonoa, ex combatiente de Malvinas.


Angonoa nació en Córdoba el 19 de febrero de 1963, estudió en la Escuela de Artes Aplicadas Lino Spilimbergo y, como conscripto, participó en la guerra en las islas.


Este humorista comenzó a publicar en 1987 en la revista Hortensia "y a partir de allí no abandonó ni el dibujo ni el humor, que le han servido para elaborar la tragedia colectiva y sobrellevar sus secuelas".


Dan cuenta de esta experiencia desde sus primeros trabajos donde el humor le permitió expresar la tristeza y el dolor e intentar revertir los aspectos oscuros, que dieron lugar a su primer libro de humor negro.


Admirador de Quino y de Tato Bores el dibujante sostiene "que es mucho más fácil hacer una crítica desde esta disciplina, y que por eso los diarios nunca dejaron de publicar humor gráfico".


El humorista que sigue viviendo en Córdoba cuenta cómo se hacía los 800 kilómetros hasta la Capital, para poder publicar y cómo creó su personaje "Pablito" cuando nacieron sus hijos y se acercó a la revista Billiken, "para contar las cosas que le suceden a un niño en la Argentina".


Desde entonces publica sus dibujos tanto en revistas o diarios nacionales como internacionales y en la actualidad realiza el humor editorial para el diario Hoy del Chicago Tribune (Chicago, Los Angeles), El Telégrafo (Ecuador), y el diario "Si se puede" (España).


El fundador del museo, Jorge Volpe, que funciona hace 17 años y que lleva el nombre de Diógenes Taborda como homenaje al dibujante del diario "Crítica", explica en diálogo con Télam el objetivo de la muestra: "Hacer un homenaje a este excelente dibujante, que combatió en Malvinas y todavía padece sus secuelas".


"El padeció tanto esa situación, que luego de publicar algunos dibujos con ese tópico, dos de ellos que se muestran a partir del lunes, sólo habla del tema con su psicólogo", cuenta Volpe.


"Hicimos esta invitación para reflexionar acerca de la guerra, a humoristas de todo el mundo, es así que participan dibujantes de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, pero también de México, Colombia, Turquía, Ucrania, Irán, Israel y Cuba, entre otros", dijo.


"Algunas de las obras son parte del patrimonio del museo, y otras siguen llegando, así que tuvimos que cerrar la lista de participantes y después veremos como seguimos" afirma el director de la institución.


Entre los artistas que participarán de la muestra figuran: Juan Arancio, Lidia Kalibatas, Natalia Forcat, Omar Francia, Marlen Phole (Argentina); Erico Junqueira Ayres, Marcel Barreto de Lacerda, (Brasil); O-Sekoer (Bélgica) y Yuri Ochakovsky (Israel).


También Mohammed Khalaji, Abbas Naaseri y Majid Zakery (Irán); Valeriy Kurtu y Wolfgang Schlege (Alemania); Andrea Bersani, Gianluca Costantini (Italia); Guo Zhong, Chen Xuejun, Jia Rui Jun, Jing san, Wang Yinxiang (China); Miguel Ortiz (Chile) y Ricardo Bermúdez y Aristides Hernández Guerrero (Cuba).


Además, Jerzy Stepniak (Polonia); Juri Kosobukin, Nicolay Kapuska (Ucrania); Yasar Nuket, Umit Mufit, Oguz Gurel, Ahmet Aykanat (Turquia); Vladimir Semerenko (Rusia); Athanassios Efthimiadis (Grecia), Ares (Uruguay; Edixon Rodriguez (Venezuela); Camilo Triana, Luis Eduardo León (Colombia) y Julio Ferra (México)
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"La Guerra" se inaugurará el 2 de abril a las 19 en el Museo de Humor Gráfico Diógenes Taborda, ubicado en avenida Caseros 2739 en Parque Patricios, y se puede visitar de lunes a viernes de 16 a 20, hasta el 29 de abril, con entrada libre y gratuita.


Viviana Ponieman
Fuente: http://www.telam.com.ar/