viernes, 24 de febrero de 2012

Roberto Caballero: Ayer se cerró un ciclo



Buenos Aires, 23 de febrero de 2012.


No hay obituarios en los diarios tamaño sábana ni ataúd lujoso para el medio centenar de muertos de la tragedia ferroviaria de Once. No hay porque el racimo humano apiñado en ese primer vagón fatal era carne de horarios y maltrato frecuente, esperando bajar para saltar el molinete y poner en marcha el país de todos los días, desde el anonimato de sus labores indispensables. Personas que habitualmente llegan tarde a sus trabajos, después que sacan boleto y les dicen –a veces les dicen– que el tren que esperaban nunca llegará al andén de sus vidas. Madres que dejan a sus hijos solos. Hijos que van a la escuela como pueden. Obreros que inundan las obras. Mujeres que limpian baños ajenos. Estudiantes que quieren progresar. No. Los muertos de ayer no tendrán obituario en La Nación, ni nada que se le parezca: porque los muertos de ayer eran trabajadores.
Me pregunto si somos capaces de comprender la verdadera dimensión humana de esta tragedia. Anoche hubo abrazos que no se pudieron dar, labios que no volvieron a besar, promesas que jamás se cumplirán, citas a las que alguien seguro va a faltar, porque un tren de morondanga, una lata de sardinas sin mantenimiento, del que los pasajeros suelen bajarse por las ventanillas, se estrelló contra el retén final de las vías a 20 km por hora en una de las estaciones terminales más importantes de la Argentina.
Me pregunto, también, si somos capaces de comprender la verdadera dimensión política de esta tragedia. Ayer se cerró el círculo del menemismo ferroviario, inaugurado en los ’90 con la maldita frase “ramal que para, ramal que cierra”, que Néstor Kirchner desafió en 2004, cuando le sacó la concesión a Sergio Taselli, del Metropolitano, que operaba los ramales Roca y San Martín. La gestión estatal, aún con dificultades, mejoró ese servicio. Los privados, esos mercaderes elevados a categoría de salvadores de la patria por Cavallo, Dromi y Pedraza fracasaron, sólo convirtieron vagones que alguna vez fueron orgullo del patrimonio público en féretros de los propios usuarios.
Fueron casi 20 años de destrucción, desidia y abuso de subsidios estatales para terminar en el desastre más grave de los últimos 80 años, en el corazón mismo de la Capital de todos los argentinos. Revisar los informes de la Auditoría General de la Nación sobre el servicio de la concesionaria TBA, del Grupo Cirigliano, permite advertir que todo esto ya estaba advertido. Se trata del mismo grupo, dueño de trenes y colectivos, que puso reparos a la instalación del SUBE, instrumento clave para que el Estado comience a controlar en serio y deje de subsidiar empresas rapaces y comience a hacerlo con personas de carne y hueso. Tres años le llevó al Estado poder concretarlo. Tres años. Y lo está haciendo.
Los carroñeros que hacen política con la muerte ajena hoy tienen el banquete servido. Al kirchnerismo del 54% le queda salir del fangoso laberinto propuesto por arriba, asumiendo sin vueltas su rol de enterrador del neoliberalismo y sus leyes, tanto las escritas como las tácitas, si no quiere ser víctima de las esperanzas que él mismo ha generado en tres gobiernos consecutivos con indudables logros de gestión, aprobados por las mayorías populares.
Ayer, en Once, con 50 trabajadores fallecidos y casi 700 heridos, murió también esa suerte de híbrido heredado de sistema ferroviario agonizante con parches agregados para garantizar que la gente llegue al trabajo en tiempos necesarios de reactivación, porque ayer esa misma gente no llegó al trabajo. En homenaje a esas víctimas que no aparecerán en los obituarios melosos del diario de los Mitre, lo mínimo que puede hacerse es recuperar los trenes para la sociedad de una vez por todas. Como en 2004.
Ayer se cumplió un año de la detención de Pedraza por el crimen de Mariano Ferreyra. Una sala de la Cámara de Casación acaba de confirmar que deberá estar preso hasta el juicio oral. El gobierno en su momento puso en tensión toda la alianza sindical para garantizar que no haya impunidad y vaya a la cárcel. Allí está y allí se queda.
En ese coraje, en esa valerosa decisión, se vieron reflejados millones de argentinos anónimos que todos los días sólo quieren saltar el molinete, trabajar en paz y volver a su casa, sanos y salvos, para abrazar a sus hijos y decirles
que este, nuestro país, aún vale la pena.


Roberto Caballero
Fuente; Tiempo Argentino
http://tiempo.infonews.com/2012/02/23/argentina-68370-ayer-se-cerro-un-ciclo.php  

Dante Palma: La alternativa de la risa



La aparición de un nuevo grupo de referentes de la cultura que busca disputarle el espacio discursivo a Carta Abierta, fue anunciada con bombos y platillos por Clarín y La Nación generando sin duda, una expectativa desmedida.


Se trata de un conjunto de individualidades que aun sin haber acordado un nombre común que denomine al incipiente colectivo, ofrecieron su firma para intervenir públicamente en uno de los temas que se ha instalado en la agenda de las últimas semanas. Si bien el documento fue acompañado por hombres y mujeres de distintas procedencias, buena parte de ellos apoyaron y fueron fuentes de consulta permanente de la malograda experiencia socialdemócrata de Raúl Alfonsín entre el 83 y el 89. Los firmantes, entonces, desde Beatriz Sarlo hasta Roberto Gargarella pasando por Jorge Lanata, Emilio De Ípola, Pepe Eliaschev y Luis Alberto Romero entre otros, dieron a conocer el documento titulado “Malvinas. Una visión alternativa” y hacer algunas reflexiones generales sobre el mismo es la intención de estas líneas.


Podría decirse que lo que primero salta a la vista en este documento es la suposición de que Malvinas es sólo una causa de nacionalismo chauvinista que estaría siendo azuzado por las huestes kirchneristas englobadas en el aluvión nacional y popular. Tal punto de vista es profundamente simplista y no parece tomar en cuenta las diferentes tradiciones nacionalistas que se han desarrollado en Argentina a lo largo del siglo XX. De este modo los firmantes parecen suponer que la disputa enfrenta a un único posible nacionalismo, el beligerante, con la visión utopista del cosmopolitismo que hace énfasis en los derechos humanos y en la moralidad compartida de los ciudadanos del mundo que buscan una paz duradera.


Otro fantasma que atraviesa el documento es un cliché bastante utilizado por cada uno de los firmantes en las intervenciones públicas que realizaron en los últimos años. Me refiero a la cuestión de la impostura y la incomprobable sospecha de que aun las mejores causas son utilizadas por el kirchnerismo con fines maléficos o, como mínimo, autointeresados. Tal recurso retórico es persuasivo pero muchas veces no es otra cosa que la herramienta distorsiva que permite confirmar falsos prejuicios. Al kirchnerismo, así, no se lo mide por sus actos, esto es, los hechos comprobables y las modificaciones del estado de cosas. Más bien se lo psicologiza y se buscan las razones ocultas que habría detrás de cada una de sus acciones. En este caso específico se acusa al gobierno nacional de utilizar la causa Malvinas con fines distractivos para evitar que los ojos de la ciudadanía se posen en lo que, suponen, serían tiempos conflictivos socialmente hablando.


La novedad, en todo caso, es que el documento parece pasarle una factura importante a la oposición que acompañó el acto de la presidenta a partir de entender que se trataba de un gesto relevante en el marco de una política de Estado. Tal pasada de factura se observa no sólo en que ningún referente de la dirigencia política opositora es incluido entre los firmantes (la excepción podría ser el caso de Fernando Iglesias con su mandato recién cumplido aunque es de suponer que su apoyo lo realiza en tanto hombre del deporte, más específicamente, del vóley), sino también en que se deja oler cierto tufillo a distinción entre un supuesto campo de intelectualidad objetiva, verdadera representante de la sociedad civil, y una clase política venal, transera y corrupta.


Por último, en cuanto a los contenidos más específicos, sinceramente resulta sorprendente que se hagan propios argumentos que podrían ser fácilmente rebatibles por ingresantes de la Carrera de Derecho. Así, afirmar que, en tanto la Argentina es producto de la autodeterminación de su pueblo se debe respetar la autodeterminación de los malvinenses, conlleva la insólita intención de aplicar un principio que fue vital para los procesos de descolonización a lo largo del siglo XX al caso de la fuerza opresora. En este sentido, el documento se mueve dentro de los parámetros de la argumentación del Premier inglés David Cameron en aras de victimizarse, y la repetición de tal punto de vista suscripto por los firmantes, no es una actitud cipaya sino simplemente una invitación, para nada despreciable, a tomarse esta intentona con menos indignación y mucha más risa.


Dante Palma
Fuente: http://www.diarioregistrado.com/