miércoles, 29 de febrero de 2012

Homenajes: Vicente Luy


Imágen: Cenicienta de Mendigos y Ladrones



Vicente Luy era uno de esos poetas que uno conocía eventualmente por la recomendación de un amigo. Y aunque marcó una generación de escritores en Córdoba, apenas trascendía las fronteras de la provincia.


En estos casos lo que indica el deber periodístico es conseguir el testimonio de una persona cercana para que ponga en palabras lo que significa la pérdida del escritor como si el legado de la persona no hablara por si mismo. Pero tomando prestado el tono del poeta, quién carajo es uno para molestar en este momento. Entonces que mejor homenaje para Vicente Luy que desconectarse del deber ser y simplemente dejarse guiar a través de sus palabras.


El poeta que decidió ponerle punto final a su vida a los 50 años, convirtiendo su propia vida en la última frase corta que iba a firmar. No fue una persona que pasara desapercibida (son muchas las historias que conforman su anecdotario desopilante) sin embargo no fue reconocido. Y en la tarea de achicar este desfasaje se le fue la vida.


Es probable que la admiración manifiesta de sus colegas después de que se conoció la noticia de su muerte haga ahora más complicado darle la espalda a su obra. Él que había titulado a su primera obra Caricatura de un enfermo de amor terminó por convertirse en pos de este reconocimiento en el personaje central de su obra.


En su artículo de despedida el periodista Emanuel Rodríguez se pregunta quién fue Vicente Luy “un poeta” responde y cita al autor para definir a la poesía “En teoría, la única ciencia que se ocupa del problema”. Anecdóticamente hablando se lo recordará como miembro fundador de los Verbonautas, como editor y autor de un libro colosal en el que invirtió gran parte de su herencia, La vida en Córdoba. Se lo recordará por eventos de ligero escándalo social, como la vez que empapeló Córdoba con afiches con gente desnuda y la frase “lo esencial es invisible a los ojos”. O como la vez que armó un sitio de apuestas on line en la prehistoria de internet e intentó publicitarlo en Página/12 con un cartel que decía “apuesto 100 a que el Papa muere antes de fin de año”. No lo dejaron, y entonces empapeló Córdoba denunciando al diario por censura. O como la vez que descubrió que otro poeta, Alejandro Schmidt, había perdido a su madre en el mismo accidente aéreo en el que murieron sus padres, cuando Vicente tenía un año de edad. Y no sólo eso: Schmidt y Luy habían nacido el mismo día.”


Pero además sabemos que Luy era nieto del poeta español Juan Larrea quien lo cuidó cuando sus padres murieron y a quien le debe en parte la vocación que le trajo tantas alegrías como tristezas. De hecho según cuenta Rodríguez en su nota el último mensaje en verso que escribió lleva las iniciales estaba dedicado a su abuelo. Pero aún en los últimos días no permitió que lo doblegue la solemnidad y así como el envío ese texto también por mail le mandó el siguiente mensaje que lo pinta tan provocador como era “Fui a Pare de Sufrir/ y me dijeron que vuelva en Mayo/. Si llega a ser un gag, es mi regalo para vos”.


También sabemos que editó todos sus libros de su bolsillo menos la antología Poesía popular argentina, que perdió mucha plata y que su obra fue mal catalogada dentro de la literatura post menemista. Él le respondía “Mi poesía es coyuntural, y hay ciertas cosas que han quedado desfasadas, porque hablo de la construcción del ahora. Luego, es natural que algunas cosas pasen de moda rápido. Aunque hay un cuerpo que no.”


Sufrió la invisibilización por partida doble: la de quedar atrapado en una bolsa generacional a causa de su tono confesional que en verdad practicaba pero en el que era magistralmente perverso y psicótico para ser reducido sólo a eso. Además de la de ser escritor provinciano que nunca logró ascender a la A como si en este orden de cosas de la literatura fuera posible.


Estuvo internado en el Borda donde escribía desesperadamente, regresó a su casa pero ya estaba muy medicado o como él decía sentirse “mental, sexual y tenísticamente disminuido” Aún así nunca, pero nunca, dejó de escribir.


Para entrar de lleno a su obra dejó un acceso directo llamado La sexualidad de Gabriela Sabatini publicado en el 2006 y funciona porque reúne lo mejor de su poesía pero también porque desde el estereotipo masculino, por momentos extremadamente misógino y vulgar, deja entrever que ese extremo es una fachada para una inconmensurable ternura. Esa que aparece cuando afirma en el 2003 "Si me equivoco contradíganme con amor, porque con amor digo (...)". Pero también porque en La sexualidad… alcanza el punto caramelo de su estilo de aforismo que comenzó a desarrollar en Aviones y No le pidan peras a Cúper y que cierra más tarde Poesía popular argentina, su última antología. Todo eso sabemos de Vicente Luy gracias a sus palabras.


Fuente: www.diagonales.infonews.com/ 




Algo de su obra:




Melina, una enamorada compulsiva
parece no querer saber nada conmigo.
Ni se lo plantea.
Pasó por mi vida como una de esas caricias
que te ponen mal.
Pau me pregunta ¿Querías dormir con Meli?
Dormir y levantarme. Pero tiene pareja,
rubio, grandote, con dotes para el teatro;
y encima con onda.
¿Cómo romper ese hogar?


(De Si va a morir gente votemos quienes, 2009)




Jugando al Scrabble
Olga creyó que cerro iba con S.
Se empecinó.
Al final apostamos y le gané
la cola.
Después no la quiso poner
porque “eso se hace con amor,
y vos no me amás”.
Pero esta es casa de jugadores
acá las deudas se pagan.
Sabiéndolo, me ofreció otra mujer,
y la procura.
Se mete en todos lados y gestiona,
habla por teléfono, etc.
Mucho movimiento, pero
¡ya pasaron 2 semanas!
Hoy va a un curso de cosmetología.
Yo, mientras, a jugar al tenis.
“Por si no venís sola
te espero bañado”, le digo.
Sonríe, no se arredra.
Conociéndose, conseguirá
una cara bonita
que es lo único que exijo.
Ya la llamo “mi novia”.


(De ¡Qué campo ni campo!, 2008)






Lo que está mal está mal.
Pero lo que está bien
también está mal.
Charlalo con tus padres.-


(De Vicente habla al pueblo, 2007)






Llueve y alguien está diciendo “llueve”.
Si me equivoco contradígame con amor, porque con amor digo.
Si erro póngame maestros, que luego yo les enseño, porque con amor hago.
O ustedes, ¿Por qué creen que llueve; porque hace falta? ¿creen que llueve porque sí? ¿por qué carajo creen que llueve?
Llueve; y no solo eso; la verdad es que hay un monton de gente diciendo “llueve”.
De a uno empiezan a notarlo, y no lo pueden evitar; simplemente dicen “llueve”.
Porque llueve.
Si me equivoco contradígame con amor, porque
con amor digo.








¿Venderle el alma al diablo? Sí, pero cara.
Y si se puede, venderle también otras cosas.
Y venderle a Dios lo que el diablo no compre.-


(De No le pidan peras a Cúper, 2003)






Caminé horas bajo la parra, junto a tu ausencia, hablando
de lo que fuere; enredaderas, ladrones de autos. Y si bien
reconozco que te parecés mucho al concierto número 22 de
Mozart, el tiempo igual pasa.
Tus cartas están en un cajón de mi escritorio, junto a un
huevo de pascua y la foto esa en la que tu vestido se parece
mucho mucho al concierto número 22 de Mozart. Pero ya no
las leo. ¿Para qué?
Vos en tu momento, yo en mi momento, ambos vamos a morir;
y las circunstancias serán sólo eso, circunstancias.






Eso es una pollera; eso es una mujer. Una mujer con un cigarrillo en la mano. Tiene las uñas pintadas y toma un té. Parece bonita. No me interesa ninguna otra cosa en el mundo.


(De La vida en Córdoba, 1999)




Inconscientemente vamos por un camino, y concientemente
nos ponemos a buscar otro camino, en vez de hacer
conciente el camino por el que vamos.


(De Caricatura de un enfermo de amor, 1991)




“Empecé a escribir a los catorce, quince años, cuando logré dejar el colegio (fue una felicidad increíble). Mi abuelo, Juan Larrea, fue mi maestro. Pero casi no leí. Por decisión: veía a todo el mundo triste y me preguntaba qué podrían enseñarme. El conocimiento tiene que ser aplicable. Si no es aplicable, material o espiritualmente, no es conocimiento. Considero que si hay algo que saber, hasta un bruto tiene que poder entenderlo. Tengamos un solo lenguaje. El idioma es la conciencia”.
Vicente Luy.


Vicente Luy nació en Córdoba el 3 de mayo de 1961 y falleció en Salta el 23 de febrero de 2012.
Algunos de sus libros: Caricatura de un enfermo de amor (1991); La vida en Córdoba (1999); Aviones (2002); No le pidan peras a Cuper (2003); La sexualidad de Gabriela Sabatini; Vicente habla al pueblo (2007); ¡Qué campo ni campo! (2008); Poesía popular argentina (2009).