Actualidad y Cultura - Buenos Aires, Argentina - Editor Responsable: Aníbal Jorge Sciorra
domingo, 1 de abril de 2012
Entrevistas: Juan Gelman
“El acto me trajo la presencia de mi hijo”
De la emoción por el acto del martes y las palabras de Mujica al dolor por el silencio y la indiferencia de los ex presidentes Sanguinetti y Batlle. Con el recuerdo de Marcelo y María Claudia a flor de piel habló el poeta.
Por Mercedes López San Miguel
Desde Montevideo
Cuando descubrieron la placa con los nombres de María Claudia García Iruretagoyena y Macarena Gelman, lo embargó una profunda emoción. Cuando el presidente José Mujica dio un discurso ese mismo día, 21 de marzo, reconociendo la responsabilidad del Estado uruguayo en la desaparición de María Claudia y la supresión de la identidad de Macarena, Juan Gelman se conmovió aún más, de la mano de una nieta que no conoció hasta que ella era una mujer de 23 años. En el palco del salón de la asamblea legislativa, por un instante Juan Gelman miró hacia arriba, como si le estuvieran hablando a su hijo Marcelo, secuestrado junto a su esposa María Claudia el 24 de agosto de 1976 y asesinado en Argentina. Y el escritor recordó las tardes compartidas con sus hijos Nora y Marcelo en su departamento del Abasto. Conmovido y reconfortado, Juan Gelman dialogó con Página/12 sobre lo que para él significó el pasado 21 de marzo y sus implicancias en el presente.
–¿Qué sintió durante los dos momentos en que el Estado uruguayo, cumpliendo con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), reconoció su responsabilidad en la desaparición de su nuera, María Claudia?
–Por empezar, el descubrimiento de la placa se hizo en el ex Servicio de Información y Defensa, en donde estuvo secuestrada mi nuera embarazada y después de dar a luz a Macarena, mi nieta estuvo semanas antes de ser entregada como joya robada. Aunque el lugar estaba sin muebles y reformado, los sobrevivientes señalaron en dónde se practicaba el submarino y se colgaba de los caños a los presos. Allí también estuvieron otros niños, los hermanos Julien, que fueron sustraídos de sus padres y luego abandonados en Chile. Fue un acto muy denso, emocionante, conmovedor. Me trajo la presencia de mi hijo de forma muy fuerte con la lectura de sus poemas. Son dolores que no se terminan nunca. Se repitió la pérdida para extraerle algo nuevo.
–¿A dónde lo condujo esa presencia?
–A su infancia y adolescencia. Marcelo empezó a escribir desde muy temprano. Recuerdo que los fines de semana estábamos él, su hermana Nora y yo en mi departamento del Abasto. A veces Marcelo venía con un puñado de poemas que yo pasaba a máquina y hacía una edición de cartón. El dejó una serie de poemas escritos, que cuando el comando allanó su casa creyó que tenía un contenido en clave. ¡Esas bestias creyeron que los poemas estaban en clave!
–Usted eligió para leer durante la ceremonia este poema:
“La oveja negra pace en campo negro/ sobre la nieve negra/ bajo la noche negra/ junto a la ciudad negra/donde lloro vestido de rojo”. ¿Por qué?
–Una vez que estábamos comiendo Marcelo, Nora y yo en un boliche de Villa Crespo, Marcelo me pidió una pluma y escribió ese poema en el papel de estraza que hacía de mantel en el boliche. Lo escribió, arrancó el cacho de papel y me lo dio. Ese poema de la oveja es un emblema de su manera de estar con la poesía, estaba lleno de una pre-ciencia, de presentir lo que vendría.
–¿Qué le pareció el contenido del discurso de Mujica?
–A mí me pareció reconfortante. Es extraordinario que haya sido Mujica el que lo diga: él, que estuvo preso en un pozo. Asistimos a una especie de paradoja: el presidente, víctima de la dictadura, tuvo que reconocer en nombre del Estado y cumpliendo el fallo de la CIDH, la responsabilidad de sus victimarios. Es una prueba de coraje.
–En la causa de María Claudia están procesadas cinco personas como coautoras del homicidio. ¿Cuánto podrá avanzar esta causa ahora que quedó sin efecto la Ley de Caducidad?
–Los cinco están presos por otro delito que cometieron. Existe un pedido de extradición de Argentina. Ahí veo una maniobra de dejarlos en Uruguay ante el temor a la rigurosidad de la Justicia argentina.
–¿De quién sería la maniobra?
–No sé quién es el autor de la maniobra, pero seguramente contó con la complicidad de algún juez uruguayo. En la primera carta que le escribí a Sanguinetti le informé que había 18 personas involucradas en el caso de María Claudia. (N. de la R.: Julio María Sanguinetti fue presidente dos períodos 1985-1990 y 1995-2000). La Ley de Caducidad quedó sin efecto porque el Congreso en octubre pasado anuló dos artículos que impedían la investigación de los delitos sobre violaciones a los derechos humanos. Por eso pudieron presentarse nuevas causas.
–¿Cómo vio la ausencia con aviso de jerarcas del Partido Colorado en el acto público del día 21?
–Se interpreta por sí misma. Algunos están por la justicia, otros están por la impunidad. Sanguinetti está por la impunidad. Hubo miembros del Partido Nacional que fueron perseguidos por la represión. La primera puerta que yo toqué fue la de Sanguinetti, en 1999. El no me atendió, lo hizo su secretario de la presidencia, Elías Bluth, quien me pidió un memo. Esto fue en mayo. En junio el doctor Bluth dijo que el presidente se iba a ocupar del caso. La primera ocupación que tuvo fue avisarle al señor comisario Tauriño, con el que tenía una relación estrecha, que yo estaba buscando a Macarena (N. de la R.: Angel Tauriño fue el policía que crió junto a su mujer a la hija de María Claudia). Sanguinetti se opuso a que se hiciera la investigación. Como crecía la campaña internacional que le demandaba que investigara y era octubre, fecha electoral, Sanguinetti me acusó de hacer una maniobra electoral. Diez Premios Nobel, entre ellos Günter Grass, firmaron el petitorio internacional. Sanguinetti le contestó a Günter Grass que era una especie de idiota útil, que me acompañaba para desestabilizar Uruguay. A mí no me extraña en absoluto la actitud de Sanguinetti.
–¿Es cierto que Jorge Batlle, cuando estaba en la presidencia, le dijo a un senador que sabía quién mató a María Claudia y en dónde estaba enterrada?
–Batlle le dijo a Rafael Michelini, que es amigo mío, que sabía dónde estaba mi nuera y que el asesino era Ricardo Medina. El se lo afirmó. Dijo que los restos habían sido enterrados en el Batallón 14. Usted ve que en ese batallón están apareciendo restos óseos... Batlle anuló el primer proceso judicial. Un juez le pidió al Ejecutivo que decidiera si el caso entraba o no en la Ley de Caducidad. Batlle clausuró la investigación en el 2003. En estos días Batlle se mandó una extraordinaria: se jactó de haber sido él quien encontró a Macarena. Eso es falso. La encontramos mi mujer, Mara, y yo. Cuando nosotros finalmente supimos quién era de verdad mi nieta, yo le mandé una carta en enero de 2000 al obispo Galimberti para que intercediera con la familia de Macarena. Llegamos a Montevideo a fines de marzo con la idea de ver a mi nieta. Sabíamos que podía ser una situación difícil para una persona de 23 años que se entera que su identidad es otra. Queríamos evitarle a Macarena un estado de shock y decidimos ir despacio y hablar con ella sobre la posibilidad de que se hiciera un ADN: cuando Mara y yo llegamos al aeropuerto nos esperaban Galeano y Gonzalo Fernández, quien luego fue canciller de Tabaré Vázquez. Yo ni la conocía a Macarena, ni sabía si iba a estar de acuerdo. Busqué al obispo, arreglamos para el día siguiente una cita entre Mara, Macarena y yo. Maca estuvo de acuerdo en que se hiciera público. Fuimos a la reunión con Batlle. El dijo que un amigo le contó de la investigación y que había chequeado lo que investigamos. Era un reconocimiento explícito de la existencia del Plan Cóndor. Eso es todo. Ahora se jacta de haberla encontrado, lo cual me parece una forma de defensa baja y pobre.
–¿Cómo es su relación con Macarena?
–Es una relación de abuelo y nieta. Habrá visto lo que hay entre nosotros, los gestos de cariño. Hay 23 años de vacío. No la vi crecer, nunca me dijo “abuelo”.
–El comisario que la adoptó murió y su mujer tiene una estrecha relación con Macarena, ¿esto es así?
–No es adoptada. Figura como propia. Es la única madre que Macarena conoció. Nosotros le preguntamos por su mamá. Es una mujer de bastante edad y Macarena la cuida.
mercelopez@pagina12.com.ar
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Entrevistas: Jorge Coscia
Entrevista al secretario de Cultura de la Nación Jorge Coscia
“La cultura puede ser apropiada por quienes tienen capacidad de difusión”
De qué forma se implementa el Plan de Igualdad Cultural presentado por la presidenta. Cuál es la relación entre tecnología y política y por qué no basta con las innovaciones tecnológicas para democratizar la cultura.
Por Mónica López Ocón
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó el 12 de marzo pasado el Plan Nacional de Igualdad Cultural. El secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, habla de sus alcances, de la idea de cultura con el que fue concebido, de su base federalista y de la forma concreta en que conectará culturalmente al país.
–¿De qué forma se implementa concretamente el Plan Nacional de Igualdad Cultural?
–El Programa se propone introducir las políticas culturales en los formidables cambios tecnológicos que vivimos en el siglo XXI y hacerlo desde el punto de vista de una concepción política.
–¿Es decir que el adelanto tecnológico debe ir necesariamente de la mano una política que lo implemente?
–Sí, no todos los cambios tecnológicos son positivos en el logro de la felicidad de los pueblos y en la construcción de nacionalidad, ciudadanía e identidad. Por ejemplo, la visión positivista y liberal del siglo XIX que llevó a la construcción de una modernidad y de un concepto de civilización que condenó a la Argentina a un atraso de décadas. El gran ejemplo son los ferrocarriles, que fueron introducidos con un criterio de modernidad pero sirvieron para hacernos mucho más dependientes del Imperio Británico.
–¿De qué forma lo político entra en el Plan?
–En este caso, el concepto político es, fundamentalmente, utilizar la oportunidad que abren las nuevas tecnologías, los nuevos conceptos comunicacionales de televisión digital abierta, de conectividad, para aplicarlos a una difusión equilibrada, federal con una perspectiva latinoamericana e igualitaria dentro de la producción cultural, fortaleciendo los niveles de producción, difusión y recepción.
–¿De qué modo se va a fortalecer la producción?
–A través de las estaciones culturales.
–¿Qué es una estación cultural?
–Un lugar donde se registran en vivo obras culturales en 3D o en alta definición, HD, con la idea de transmitirlas en simultáneo por las distintas estaciones culturales de exhibición. Es decir que un hecho cultural que antes quedaba condenado o que era para 1000, 800 o 500 espectadores, ahora se transforma en un producto que puede ser difundido en las estaciones culturales para miles y miles de personas.
–¿Qué estaciones culturales están previstas?
–En una primera etapa van a ser estaciones culturales el Teatro Cervantes, El Centro Nacional de la Música, el Teatro Argentino de La Plata, Tecnópolis, el Centro del Conocimiento de Posadas en Misiones…
–¿En esos lugares se hacen producciones especiales para ser difundidas o se parte de lo que ya está producido?
–Se parte de una concepción escénica audiovisual. No se trata de hacer algo nuevo, sino de trabajar, por ejemplo, a partir de una obra de teatro, un programa coreográfico para que se transforme en un evento audiovisual que se pueda difundir. Nosotros ya hemos hecho algunas experiencias. Por ejemplo, se han trasmitido óperas del Teatro Argentino y a las salas de recepción ha ido mucha gente melómana vestida de la misma forma en que va a la ópera. La idea es que esto se multiplique a través de los centros de recepción que van a ser las sedes donde se van a exhibir las obras culturales que se transmiten desde las estaciones. Esto es posible sobre la base de una interconexión que tiene que ver con un trípode. Por un lado, el desarrollo que ya ha tenido Argentina Conectada y que ha sido muy bien explicitado en el último encuentro Patria Grande en Tecnópolis. Por otro, la televisión digital abierta. Y todo esto combinado con la Secretaría de Cultura de la Nación y su capacidad de producción y administración de cultura. Esto, por supuesto, tiene como protagonistas centrales al Ministerio de Planificación que es quien lleva adelante el programa Argentina Conectada y a la Secretaría de Cultura. Esto es clave ya que de esta forma apuntamos fundamentalmente a la construcción de una red federal de cultura digital.
–Esta red es uno de los ejes del Programa, ¿no es así?
–Sí, porque garantiza federalismo e igualdad. Luego está todo lo que tiene que ver con la infraestructura porque de nada sirve construir autopistas si no tenemos los autos modernos para que circulen en esas autopistas modernas. En este sentido, hemos comprendido la necesidad de una renovación de toda la infraestructura cultural que apunta a la recuperación de museos, de teatros, de espacios como el Palais de Glace, la misma Casa de la Cultura y una cantidad importante de ámbitos y espacios que son muy importantes. Aquí hay una doble conquista. Por un lado, transformar los espacios difusores y, por otro, arraigar el concepto de recuperación patrimonial que tiene en sí mismo un enorme valor.
–¿Cómo evalúa este proyecto en relación con la historia cultural de la Argentina?
–Creo que estamos en presencia de los cambios y de las inversiones más grandes que ha vivido la cultura de los argentinos, con una inversión de 952 millones de pesos que se van a repartir en ítems como la construcción de la Red Federal de Cultura Digital, la digitalización de cines, la promoción de radios, el fomento de las artes y la creación, es decir, las industrias culturales y un plan muy ambicioso de recuperación de infraestructura cultural.
–¿Ya están trabajando?
–Sí, ya estamos trabajando. Hay equipos mixtos integrados por Planificación y por Cultura. Planificación Cultural venía con mucha iniciativa en lo que tiene que ver con Argentina Conectada y televisión digital abierta. Como anunció la presidenta, ya tenemos un 95% de la gente con acceso a conectividad. Cultura venía trabajando en un programa de producción y de investigación audiovisual, por eso abrimos Centro de Producción e Investigación Audiovisual (CePIA). La verdad que es increíble el lugar al que hemos llegado cuando hace sólo dos años nos preguntábamos a dónde íbamos a llegar. Todo esto, por supuesto, está bajo el paraguas de la Ley de Medios Audiovisuales, porque nada se puede hacer sin un logro institucional como el que significa esta ley. Muchos pensaban que salía la ley y ya se lograba la democracia constitucional. Pero no es así, hace falta mucho trabajo y ese trabajo requiere un Estado que participe, que esté presente, que fomente, que facilite. Todo esto dinamiza la capacidad de la sociedad de tener mayor protagonismo en el plano de la comunicación.
–Es decir que aspira a una comunicación amplia en todo el país.
–Sí, lo tecnológico hay que verlo desde lo político y diría que lo político hay que verlo desde el punto de vista de la Historia, que no es ni más ni menos que la historia de la política. Lo que hacemos nosotros es abordar la tecnología con un concepto político igualitario. Con las mismas herramientas tecnológicas hay países que han construido hegemonía en detrimento de otras culturas. Todos los pueblos tienen cultura, pero hoy la cultura es tan grande como su capacidad de ser difundida. Hay países cuya propia producción cultural es apropiada por quienes tienen capacidad de difusión. El reggae jamaiquino ha sido apropiado por la cultura comunicacional hegemónica de las grandes grabadoras. Cultura vamos a tener siempre, pero si no la difundimos vamos a tener una cultura apagada no en su creatividad pero sí en su difusión.
Mónica López Ocón
Fuente: Tiempo Argentino, 28/03/2012
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Rodolfo, te escucharon
Por Lilia Ferreyra
Treinta y cinco años después de su asesinato. 35 años después de que descargara en un buzón las primeras copias de la Carta Abierta a la Junta Militar, ayer fue plantado ese excepcional texto, cuya vigencia atraviesa las décadas, a metros del Casino de Oficiales, el edificio donde funcionó el núcleo del centro clandestino de la ESMA, desde donde fueron eliminadas en los vuelos de la muerte unas cinco mil personas y desde donde desaparecieron el cuerpo acribillado de Rodolfo Walsh.
No fue sólo un acto de homenaje al hombre que la escribió –Rodolfo no lo habría querido así– sino a los miles de desaparecidos. Porque la Carta, contemporánea de los hechos que denuncia, fue una de las voces más potentes que se alzaron para golpear las conciencias ante el exterminio que estaba llevando a cabo la Junta Militar para imponer un modelo económico que “castigaba a millones de seres humanos con la miseria planificada”, eje medular del testimonio de Walsh.
Después de aquel 25 de marzo de 1977, su difusión inicial fue clandestina. Se hicieron infinidad de copias que se enviaban al exterior y que se despachaban por correo a direcciones tomadas al azar de la guía telefónica. La primera noticia que tuvimos de su publicación en un medio masivo fue en 1978, en un diario de Venezuela. Como una piedra arrojada al agua, se fue reproduciendo en círculos cada vez más amplios por argentinos exiliados en distintas ciudades de América latina y Europa.
En nuestro país, con la reinstalación de la democracia, la Carta fue editada en diversas publicaciones y fueron las Madres, las Abuelas y los organismos de derechos humanos quienes la eligieron por su inapelable verdad para su lectura pública y colectiva en actos en que se conmemoraban nuevos aniversarios del nefasto golpe militar del 24 de marzo de 1976. Hace poco más de un año, en el ahora Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos, surgió la posibilidad de instalar la Carta en ese predio recuperado en el 2004, gracias a la imbatible lucha por la memoria, la verdad y la justicia que encabezaron durante décadas los organismos de derechos humanos. Y gracias al ex presidente Néstor Kirchner, quien tomó la decisión política de hacer realidad esa recuperación y se animó –”el hombre que se anima” que tanto valoraba Rodolfo– a ordenar descolgar en un gesto histórico el cuadro de Videla, marcando así el rumbo irreversible del fin de la impunidad.
Instalar la Carta en el predio de la ex ESMA es un acto de libertad conquistada por esa conjunción de voluntades históricas y políticas. Y fue un desafío arribar a su realización, un esfuerzo y dedicación de los trabajadores del Ente Público en concretar la idea que sugirió León Ferrari, cuyo hijo Ariel fue desaparecido en la ESMA, quien brindó su talento y su profunda humanidad para contribuir a concebir esa obra. Son catorce paneles de vidrio dispuestos como un biombo desplegado en los que se grabó el texto con la misma tipografía con la que Rodolfo Walsh la escribió en su Olympia portátil. Y la Carta está ahí, en el bosque de eucaliptus, los altos árboles que también sombreaban la casita de San Vicente donde Walsh tipeó durante más de tres meses esas páginas. Ahí está plantada, casi frente a esas paredes, sótanos y altillos del ex Casino que fueron testigos mudos del horror de lo que allí sucedió, para que los que recorren ese lugar que estremece puedan caminar unos pasos y ver y leer en la Carta que es posible vencer al terror cuando se entiende que no fueron “desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma” de esa Junta Militar y que es posible encontrar resquicios para animarse a actos de resistencia aun cuando imperen la opresión y la injusticia.
En marzo de 1977, desde esa proyección de su pensamiento que siempre trascendía su posible tiempo vital, Rodolfo decía que iban a pasar varias décadas para que el pueblo argentino pudiera renacer del daño causado por esa dictadura. En esa apuesta, los dos últimos párrafos de la Carta son hilos tendidos que se bifurcan hacia el futuro. El penúltimo revela el tiempo pasado en el que fue escrito y el presente de su consecuencia: “Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados, no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las tres Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas”.
El último párrafo, como el primero, reafirman su identidad y autoría: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.
En un diálogo imposible porque trasciende la muerte, quisiera decirle: Rodolfo, te escucharon. La Carta llegó hasta aquí. La esperanza insobornable de tu apuesta al futuro alumbra este día de justicia.
Lilia Ferreyra
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/
“Se quedó acá y lo mataron”
Ferrari cuenta cómo conoció a Walsh, en los ’70, y dice que “se sacrificó” al no exiliarse. Confiesa que “ni siquiera pensaba” que una instalación suya podría exponerse en la ex ESMA y explica que se reprodujo la Carta con la misma tipografía que usó el escritor.
“Ni siquiera pensaba que mis obras pudieran estar ahí”, dijo el artista León Ferrari a Página/12. En el bosque de eucaliptos de la ex ESMA ya está montada, de modo permanente, la instalación que reproduce la Carta Abierta a la Junta Militar, de Rodolfo Walsh. “Queríamos hacer la carta igual que él, en la Olympia. Pero tenía que ser mucho más grande”, contó Ferrari. La obra consiste en un biombo de cristal grueso de unos 15 metros de largo, con láminas de 2,50 por 1,20, en las que puede leerse el texto completo.
–¿Por qué la Carta Abierta a la Junta Militar?
–La obra me la pidió Lilia Ferreyra, la viuda de Rodolfo. Sus libros son todos muy importantes, pero esa carta fue fundamental.
–¿Conoció a Walsh?
–Sí, pero muy poco. Nos conocimos en un café. Yo le quería mostrar un libro mío. Me acuerdo que estábamos en el café y entró la policía. Yo me asusté pero Rodolfo me dijo: “No te preocupes, vienen a buscar la pizza” (risas). Y, efectivamente, así fue. El libro era Las palabras ajenas, que no está escrito por mí, sino que es una recopilación de palabras ajenas. Ese encuentro fue más o menos en 1970.
–¿Qué le produce a usted esta instalación?
–Me siento muy bien. Pienso que Rodolfo se sacrificó, porque se quedó acá y en el ’77 lo mataron después de hacer pública esta carta.
–Antes de que se recuperara el predio, ¿alguna vez imaginó que sus obras iban a estar montadas en la sede de la ESMA?
–No. Me exilié en Brasil en 1976 y pude volver recién en el ’82. Ni siquiera pensaba que estas obras pudieran estar ahí.
–En su serie “Nosotros no sabíamos” se refiere al tratamiento que los diarios les dieron a los crímenes de la dictadura. ¿En qué estado cree que se encuentra la reflexión sobre ese tema?
–Esa muestra es una recopilación de los asesinatos que aparecían en los diarios como si no fueran asesinatos, como si fueran muertes por enfrentamientos, por accidentes. Y sin embargo, eran asesinatos. Son 80 páginas tamaño oficio y, en realidad, los diarios mentían, pero se podía adivinar, sobre todo en las noticias sobre las apariciones de cuerpos en la costa, o en Uruguay, que se trataba de crímenes. El título y el prólogo del libro Nosotros no sabíamos tratan la idea de cómo era posible que la gente dijera “nosotros no sabíamos” si de los diarios se podía adivinar que era la dictadura la que mataba.
–¿Y hoy piensa que está instalada la idea de cierta complicidad civil?
–Sí, afortunadamente, con este gobierno se han podido hacer investigaciones profundas sobre la culpabilidad militar y la parte civil.
–Desde “La civilización occidental y cristiana”, usted trató el rol de la iglesia en los genocidios del siglo XX. Pero en “Nosotros no sabíamos” una buena parte de la serie está dedicada a la masacre de los Palotinos, ¿cómo explica esta heterogeneidad dentro de la Iglesia?
–Hubo cuatro obispos que estaban totalmente en contra la dictadura. El resto, (Antonio) Quarracino y la cúpula de la Iglesia, estaba a favor. Estoy leyendo un libro de (Christopher) Hitchens que se llama Dios no es bueno, donde se relatan una cantidad de cosas del Antiguo y el Nuevo Testamento que muestran que la religión es violenta. En ese sentido, estoy de acuerdo con un libro de Bertrand Russell, que se llama Por qué no soy católico, que sostiene que el mundo sería mucho mejor si no existiera la religión.
Entrevista: Sol Prieto.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/
Homenajes: Tabucchi por Giardinelli
Sostiene Tabucchi
Por Mempo Giardinelli
El soleado domingo otoñal del Chaco parece oscurecerse, de pronto, cuando en plena mañana recibo la noticia de la muerte de Antonio Tabucchi. Otro grande de la literatura italiana, europea, universal, que se lleva el maldito cáncer, ese pulpo redondo y tenaz que alguien inventó en nuestro tiempo. Y cómo no estar triste si además Tabucchi era amigo de amigos míos, y rendido enamorado, como yo, de Portugal.
No me gusta escribir obituarios, y menos de gente de mi generación, pero cómo hacer silencio esta vez. Si a mí Sostiene Pereira fue una de las pocas obras que, ya siendo adulto, me dio vuelta la cabeza. Y tanto que resuena todavía como un tratado ejemplar de denuncia de la censura y el terror totalitario.
Autoexiliado de Italia por dolor, y residente de la más romántica de las ciudades de Europa por puro amor, Tabucchi fue premiado en Francia y Portugal, y solía ser mencionado como (justísimo) candidato al Nobel de Literatura. Pero, ¿saben qué? Eso para mí no es lo importante.
Lo que a mí me impresiona es que tenía la misma edad que hoy hubiese tenido Osvaldo Soriano. Uno de Pisa, el otro de Cipolletti, Tandil y Mar del Plata, ambos eran del ’43, número cuya suma de dígitos da 7, según evaluaría la Nona del “Santo Oficio de la Memoria”. Lo cual puede no tener nada que ver, pero a mí me dibuja una sonrisa cuando lo pienso, ahora, al redactar este apunte, porque yo, que fui amigo del Gordo y lector devoto de los dos, puedo asegurar que si algo los unió siempre fue la celebración de la literatura, la desesperación ética y la poesía.
“Si todos tuviéramos en nuestras plazas un bello monumento a la vergüenza, sería muy instructivo”, dijo Tabucchi hace poco, un par de años, en una jornada memorable. Cómo no emparentarlo con nuestro Soriano, aquí, con su Max Ferraroti sosteniendo parejas ironías en versión pampeana.
Pensé todo esto hace poco, y justamente en Lisboa, donde estuve leyendo ese texto asombroso que es Los últimos tres días de Fernando Pessoa. Leí también otros cuentos notables de Tabucchi, a quien siempre me gustaba leer en Portugal, ahora me doy cuenta de por qué sentía que él debía andar por ahí cerca, tan pequeño es ese país, tan aldea es Lisboa.
Hace poco le dije a su amigo, el escritor mexicano Antonio Sarabia, también amigo mío, que quería conocer a Tabucchi. Ahí supe que estaba enfermo y que el final estaba anunciado. “La frase siguiente es falsa, la frase anterior es verdadera”, me dije parafraseando uno de sus títulos, como para distender el impacto y bancarme la devastación.
Libertario de alma, poeta de la prosa, Tabucchi hablaba perfectamente el castellano y sé que recitaba con gracia y amor a Federico García Lorca, de igual modo que indagó en la vida y en la obra de Pessoa como pocos contemporáneos lo han hecho. En estos tiempos en que cualquiera se cree poeta y se publica tanta hojarasca, me parece necesario y urgente decir esto, sobre todo ahora que Tabucchi nos deja tan solos como nos dejó el Gordo hace ya una pila de años.
Hay que volver a la gran poesía, muchachos, hay que leer a estos grandes que fueron enormes lectores, y escritores enormes y, quiéranlo o no, nuestros maestros.
Porque sin ellos el mundo se hace más chico y la literatura algo más renga.
No sé Italia hoy, pero a mí se me hace que toda Lisboa ha de estar llorando en este instante su partida. Entonces somos nosotros, sus lectores de aquí, tan lejos, los que deberemos sostenerlo.
Mempo Giardinelli
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/
Homenajes: Discépolo a 111 años de su nacimiento
Imagen: fierrodepapel.blogspot.com
A 111 años del nacimiento de Discépolo. La vigencia de "Mordisquito"
Hace 111 años nacía Enrique Santos Discépolo, o "Discepolín". Actor, director, dramaturgo, compositor y cineasta.Su inclaudicable compromiso social lo llevó a apoyar la campaña electoral de Perón desde su programa radial: "¿A mí me la vas a contar?", feroz retrato de "Mordisquito", epítome de una clase social banal, regida por las apariencias y el lugar común.
Su intervención le granjeó el odio y el desdén del sector social al que pertenecía, lo que lo sumió en una profunda amargura, acelerando su deterioro físico, hasta que su corazón ya no pudo más y dio el último adiós el 23 de diciembre de 1951.
De "Mordisquito" Discépolo dejó esta reflexión para todos los tiempos y cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
Y así escribió Discépolo:
"Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de náufrago a financista sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas acostumbrado a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado.
¡Pero con el sobretodo te quedaste! Entonces, ¿qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás.¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán!.
Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta.¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteás un problema de Estado porque no hay té de Ceilán.
Claro, ahora la flota es tuya, ahora los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es tuyo, pero…, ¡no hay té de Ceilán! Para entrar en un movimiento de recuperación como este al que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio muchas cosas y muchas ideas; algunas, monumentales; otras, llenas de amor o de ingenio; ¡todas asombrosas! El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda; el país se estructuró durante la marcha misma; ¡el país remueve sus cimientos y rehace su historia!
Pero, claro, vos estás preocupado, y yo lo comprendo: porque no hay té de Ceilán. ¡Ah… ni queso!.¡No hay queso! ¡Mirá qué problema! ¿Me vas a decir a mí que no es un problema? Antes no había nada de nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez, y vos no decías ni medio; vos no protestabas nunca, voste conformabas con una vida de araña. Ahora ganás bien; ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres. Sí; pero tenés razón: ¡no hay queso! Hay miles de escuelas nuevas, hogares de tránsito, millones y millones para comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero, claro, ¡no hay queso! Tenés el aeropuerto, pero no tenés queso.
Sería un problema para que se preocupase la vaca y no vos, pero te preocupás vos. Mirá, la tuya es la preocupación del resentido que no puede perdonarle la patriada a los salvadores.
Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que resistir y que vencer las más crueles penitencias del extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento de lucha y de felicidad. Porque vos estás ganando una guerra.
Y la estás ganando mientras vas al cine, comés cuatro veces al día y sentís el ruido alegre y rendidor que hace el metabolismo de todos los tuyos. Porque es la primera vez que la guerra la hacen cincuenta personas mientras dieciséis millones duermen tranquilas porque tienen trabajo y encuentran respeto.
Cuando las colas se formaban no para tomar un ómnibus o comprar un pollo o depositar en la caja de ahorro, como ahora,sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de tus hermanos que se ríen, que están contentos… pero eso
no te alegra porque, para que ellos alcanzaran esa felicidad, ¡ha sido necesario que escasease el queso!.
No importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes, y que esos problemas los hayan resuelto personas. Vos seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema de la cucaracha, ¡vos, el mismo que está preocupado porque no puede tomar té de Ceilán! Y durante toda tu vida tomaste mate! ¿Y a quién se la querás contar? ¿A mí, que tengo esta memoria
de elefante?.
¡No, a mí no me la vas a contar!".
Enrique Santos Discépolo
Fuente: http://www.telam.com.ar/
¿Por qué la gente no lee más poesía?
El nuevo lector.
Por: Cicco.
Leer es un estado de ánimo. Pero, así como viene la cosa, cada día más lectores tienen el mismo ánimo por el piso, es decir para el lado de la no ficción. Cada vez más personas que consumen a razón de tres títulos al mes, desde hace años, renunciaron a leer novelas. Antes leían literatura beat, se entusiasmaban con Bolaño y Murakami, Fogwill y los Lamborghini. Pero algo en su actitud cambió, y, desde entonces, no quieren cosas inventadas. No lo digieren. Sólo es de su interés el episodio concreto, verificable, cercano o remoto. La vida, para ellos, se convirtió en un largo noticiero. Y la fantasía, se dejan a Disney.
Es, en ese orden de cosas, que la poesía ha quedado al final del camino. Un siglo atrás, ser poeta era una apuesta de vida, un manifiesto de rebeldía, libertad, romántico y utópico. Los poetas instalaban una mirada, una forma de vivir, un cuerpo de ideas de vanguardia que luego se debatía en otros ámbitos. Cuando había algo nuevo que decir, el mundo miraba con atención el nuevo libro del poeta del momento. Hoy, los poetas son como los fumadores: antes de sacar un poema, piden disculpas y se van a pitar sus estrofas a la vereda.
La poesía es la nueva marginada del arte. Antes era un honor llamarse poeta. Ahora, es incluso sospechoso. “Ok, sos poeta”, dirá uno, “pero, ¿de qué trabajás?”. Los grandes sellos editoriales erradicaron la poesía de sus títulos –quedan perdidos, los libros de Galeano y Benedetti-, ante el avance de la no ficción, de los autores celebrities mediáticos, y de la autoayuda improvisada.
En la Argentina, según la Cámara del Libro se editan XXXX de títulos de poesía al año. Son migajas a comparación de los XXX de novelas y los XXXX libros periodísticos. Según el Sindicato de Escritores unos XXXX de autores locales representan el género. En lo personal, cuando tenga tiempo, me voy a ocupar de encontrar las cifras. Pero hoy me siento un poco vago.
Escribir poesía es como el rin raje, actividades que ya nadie practica. Fui a dos recitales de poesía y tuve la misma sensación que cuando uno ve una banda de rock juvenil o va a un partido de Sacachispas: sólo estaban los amigos y la familia.
Salvando el hecho de que, abundan los nuevos poetas que, para no perderse, escriben para poetas. Esto sucede en todo género pequeño donde para sobrevivir en un mercado de público nulo, hay que ser reconocido por los pares. Hay un mundo allí afuera que es una pena perdérselo.
A pesar de lo que digan los medios, sobre la aldea global e internet, la vida es cada día más unidireccional, uniforme y estrecha. Justo ahora: cómo necesitamos a los buenos poetas para que abran las ventanas de la casa, corran las cortinas y vuelen los techos. Eso es lo que hace la poesía con uno: quita el suelo, corta las raíces y te deja en el aire. Leer poesía es como entrar al sueño despierto. Puede ver los cruces que jamás ha visto. Trae la muerte a la vida. Las conexiones mentales que tu cerebro habituado al quehacer diario jamás estableció. A los fantasmas, los poetas les devuelven el cuerpo. Se conjura la rutina. La poesía se caga encima de la razón, los calendarios, los esquemas. Lo bien que hace.
Sinceramente, no sé qué sería de mi vida sin los poemas de Olga Orozco, la madrina literaria de PIzarnik –y notoriamente más volada-. O el asombro doméstico de ese hechicero llamado Joaquín Gianuzzi. El encanto rural de Emily Dickinson, que tuvo a su mamá paralítica toda su vida y se enamoró de un tipo al que sólo vio cuatro veces. La nostalgia existencial de un oficinista onda Kafka pero portugués y llamado Pessoa. O la oscuridad asesina de Sylvia Plath, Rimbaud, Pound, Baudelaire, que nunca temieron en decirlo todo
No te volverás más inteligente leyendo poesía. No te volverá más rico. Ni más eficiente. Ni resolverá tus problemas de pareja. La poesía no te enseña a coger mejor o a tener multiorgasmos. No te muestra la fórmula para escalar en la empresa o ganar a la ruleta. Lo que tiene para enseñarte la poesía no es de este mundo. No hay forma de pesar el mérito de un poema. O de resolverlo en una fórmula y medir su equivalente en guita. Abandonada, marginada ,silenciada, la poesía sigue en el fondo del cesto aún dispuesta a salvarte sin pedirte nada a cambio. Sólo te pide que apagues el noticiero y estés dispuesto a soñar con los ojos abiertos.
Fuente: Hipercrítico en Twitter:
http://www.twitter.com/hipercritico
Nota enviada por Rubén Vedovaldi
Rescates: Las mujeres de mi generación, por Luis Sepúlveda
Las mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes
No de rosa, camelias, orquídeas u otras yerbas
De saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas
sino de yuyos peregrinos entre vientos.
Las mujeres de mi generación florecieron en las calles,
Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas supieron lo que tenían
que saber para el saber glorioso de las mujeres de mi generación.
Minifalderas en flor de los setenta
Las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras
de sus muslos que fueron los de Tania
Erotizando con el mayor de los calibres
los caminos duros de la cita con la muerte
Porque las mujeres de mi generación
bebieron con ganas del vino de los vivos
acudieron a todas las llamadas
y fueron dignidad en la derrota.
En los cuarteles las llamaron putas y no las ofendieron
porque venían de un bosque de sinónimos alegres:
Minas, Grelas, Percantas, Cabritas, Minones, Gurisas,
Garotas, Jevas, Zipotas, Viejas, Chavalas, Señoritas
hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera
en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles
Porque las mujeres de mi generación nos marcaron con el fuego indeleble
de sus uñas la verdad universal de sus derechos.
Conocieron la cárcel y los golpes
Habitaron en mil patrias y en ninguna
Lloraron a sus muertos y a los míos como suyos
Dieron calor al frío y al cansancio deseos
Al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto.
Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos
Cantando Summertime les dieron teta
Fumaron marihuana en los descansos
Danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías
Porque las mujeres de mi generación
Nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos compañeros
Sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.
Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras,
artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas
en los ratos libres de la Resistencia.
Porque las mujeres de mi generación sólo respetaron los límites
que superaban todas las froteras.
Internacionalistas del cariño brigadistas del amor
comisarias del decir te quiero
milicianas de la caricia.
Entre batalla y batalla
Las mujeres de mi generación lo dieron todo
Y dijeron que eso era apenas suficiente.
Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco
Las vistieron de negro en Puerto Montt y Sâo Paulo
Y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo fueron las únicas estrellas
de la larga lucha clandestina.
Sus canas no son canas sino una forma de ser para el qué hacer que les espera.
Las arrugas que asoman en sus rostros dicen he reído y he llorado y
volvería a hacerlo.
Las mujeres de mi generación
Han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos
Se mueven algo más lentas, cansadas de esperarnos en las metas.
Escriben cartas que incendian las memorias
Recuerdan aromas proscritos y los cantan.
Inventan cada día las palabras y con ellas nos empujan
Nombran las cosas y nos amueblan el mundo
Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar
Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.
Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad
Y la prudencia se transforma en vergüenza.
Las mujeres de mi generación son como las barricadas:
protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira.
Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado que resguarda
con violencia la ternura del mundo.
Las mujeres de mi generación no gritan porque ellas derrotaron al silencio.
Si algo nos marca, son ellas.
La identidad del siglo son ellas.
Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto
el beso clandestino, el retorno a todos los derechos
Un tango en la serena soledad de un aeropuerto
un poema de Gelman escrito en una servilleta
Benedetti compartido en el planeta de un paraguas
los nombres de los amigos guardados con ramitas de lavanda
Las cartas que hacen besar al cartero
Las manos que sostienen los retratos de mis muertos
Los elementos simples de los días que aterran al tirano
La compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.
Lo son todo y todo lo sostienen
Porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende.
No hay soledad donde ellas miren
Ni olvido mientras ellas canten.
Intelectuales del instinto, instinto de la razón
Prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil.
Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles
sufridas, golpeadas, negadas pero invictas
Mujeres de mi generación.
Luis Sepúlveda
1999
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